Nunca es tarde para aprender algo de historia. Mucho menos si la lección se recibe en una sesión de espiritismo como la que se hizo en la ya olvidada sede de la todopoderosa asamblea de Montecristi. Con la seriedad y la ritualidad que la ocasión exigía, el ex presidente del magno organismo entregó a don Eloy Alfaro un ejemplar de la constitución allí producida.

Conmovedora escena la del velocísimo constitucionalista hablando a la escultura del viejo líder para decirle –en nombre del pueblo ecuatoriano, por supuesto– que nadie mejor que él para que cuide y proteja la carta política que habrá de amparar a la segunda revolución de la historia patria.

Gran lección de historia, sin duda. Desde aquel diálogo con el más allá, don Eloy ya no será el mismo que no tuvo empacho para tirar al tarro de la basura la Constitución elaborada por la revolución que él encabezó. Era la misma constitución que a él le dio el título de presidente constitucional y que abrió el camino para todas las reformas liberales que se hicieron a lo largo de una década entera. De ahora en adelante, eso quedará solamente como el resultado gracioso de la inocentada que puso fin al baile de año viejo en Carondelet y al gobierno del presidente de su propio partido. A sus muchas virtudes, Alfaro ha añadido la condición de custodio de la Constitución. Algo indiscutible si se recuerda que su afecto por las cartas magnas le llevó a impulsar la redacción de una en cada uno de sus dos gobiernos.

Sí, nunca es tarde para aprender algo de historia, incluso cuando la lección viene desde afuera. Por boca del comandante Chávez –que por boca no le pide favor a nadie– ahora sabemos que Sucre no es un apellido ni conmemora a nadie, e incluso ni siquiera significa azúcar en catalán. Es un acrónimo que, como cualquier otro, facilita la vida al reducir un montón de palabras a unas cinco letras que se leen de corrido. Superada quedó la referencia al Mariscal de Ayacucho y triunfador del Pichincha cuando del sucre se pasó al S.U.C.R.E., el Sistema Unificado de Compensación Regional. Así, en el futuro los niños ya no tendrán que memorizar nombres y fechas, porque bastará con identificar una simple abreviatura dentro de la sopa de letras formada por instituciones, proyectos, ministerios y cuanto emprendimiento de más de dos palabras se pueda imaginar. Además, por decisión de don Hugo y sus amigos de la ALBA (anótese para la sopa de letras) cuando establezcamos el sucre inauguraremos la nueva etapa histórica de soberanía e integración.

Tampoco es tarde para llegar a saber que todo el derecho anterior se asentó sobre bases erróneas al otorgarle al órgano legislativo la facultad de interpretación constitucional. La lección, en este caso, emanó del presidente del tribunal que usó la magia –no el espiritismo– para transformarse en corte.
La vieja historia quedó sepultada no solo con las palabras sino con la sentencia dictada. Otra gran lección que se agradece.