Ese es el estado del ferrocarril, del kilómetro 122 al 124, en Huigra, Chimborazo. La situación  se constató durante un recorrido que realizó esta semana un equipo de este Diario por toda la ruta del tren hasta Ibarra.

Pequeños y grandes derrumbes de material arcilloso  y rocas que interrumpen el paso se observan en los dos túneles de ese tramo que llega a Sibambe.

El segundo túnel aún conserva refugios en ambos costados. Ahí los ferrocarrileros se resguardaban cuando pasaba el tren. A la salida de ese túnel se ha querido colocar un puente –los trabajos están inconclusos– para poder llegar hasta Sibambe, luego de que el último fenómeno  El Niño provocara que el río Chanchán se llevara los rieles de un tramo de casi un kilómetro.

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Atrás quedaron los días en que el tren salía de Durán, pasaba por los cantones Yaguachi, Milagro, Naranjito y Bucay. Llegaba a  Huigra, donde hacía estación y seguía hasta Quito.

Hoy, cerca de 220 rieles, que comprenden un kilómetro de la vía en Durán, han sido removidos para dar paso a un mercado, donde se venden desde víveres hasta ropa y aretes.

En Yaguachi, la Casa del Estado, donde se vendían los boletos, luce abandonada mientras que los rieles, adyacentes a las calles Marcelino Maridueña y Sucre, han sido cortados.

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La panadería Colombina, el restaurante La Morlaquita, el almacén de calzado Rea y un puesto de piñas, en el que trabaja Gonzalo Amaguaya desde 1980, ocupan en alquiler la estación del ferrocarril en Milagro, mientras que los rieles son parte del parterre adoquinado en la avenida García Moreno.

Sentado en una silla y apostado en el centro de los rieles, en la calle Guayaquil, donde se concentran comerciantes, Víctor Mora, de 62 años, trabajador de la EFE (Empresa de Ferrocarriles del Ecuador) desde hace 28 años, lamenta que todavía no comiencen los trabajos de reconstrucción del ferrocarril en el cantón Naranjito, donde la basura descansa sobre los rieles.

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En la estación de Bucay, que solo cuenta con diez  obreros, están arrinconados los rieles que el invierno despojó de la vía, vagones llenos de moho y la locomotora a vapor número 44 sin funcionar. Aunque la máquina a vapor número 58 fue reparada recientemente, el técnico de esta estación asegura que no resistiría un largo trayecto.

En Riobamba la estación se encuentra en buenas condiciones y todavía se realizan recorridos turísticos en autoferros, pero solo hasta la altura de la población de Palmira, porque un derrumbe ocurrido hace ocho días, en la zona de Bola de Oro, en el sector del Shuco, impide el paso hacia Alausí.

En la antigua estación de Latacunga, inaugurada en 1941, los trabajadores de la EFE, la mayoría oriundos de Píllaro y Quito, afirman que tanto la línea férrea, las viguetas, como el campamento y la estación están totalmente deteriorados, por lo que los trabajos no se podrán entregar el próximo 25 de junio, cuando se cumple el centenario de la llegada del tren desde Durán hasta la ciudad de Quito.

Los vecinos está ansiosos de que se cumpla la rehabilitación, así como los dueños de las mecánicas aledañas,  a quienes funcionarios de la EFE les explicaron que con la llegada del ferrocarril se los reubicará en otro sector mucho más seguro.

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En el tramo Quito-Tambillo está pendiente que regresen a las vías tres autocarriles o autolocomotoras de pasajeros que llevaban a los turistas hacia el Cotopaxi, hasta antes del comienzo de la rehabilitación.

La  locomotora que se sigue utilizando para carga de material es una máquina a diésel. En óptimas condiciones alcanza los 50 kilómetros por hora, pero al momento rueda a solo 20 km por los trabajos de reparación, según relatan los encargados de EFE en este tramo.

En Ibarra, a simple vista, en los talleres del ferrocarril, la chatarra ocupa más espacio que la maquinaria útil y en servicio. Carrocerías, vagones, truques (ruedas del tren), motores destartalados y latas retorcidas aparecen esparcidos dentro y fuera de las instalaciones.

Esa es una muestra del abandono que por años ha sufrido esta estación, que pese a ello, es considerada por los funcionarios de la empresa ferroviaria como una de las más importantes por su infraestructura.

Gregorio Valencia, trabajador del taller  con 21 años de servicio, añora la década de los ochenta, cuando aún el movimiento en el lugar era permanente. “Había constantes viajes. Las locomotoras y los autoferros salían y llegaban todos los días con productos y pasajeros y el trajín era más notorio. Incluso entonces se trabajaba más”, rememora.

Él tiene el mismo sueño de la mayoría de trabajadores: ver nuevamente en circulación “al tren de la vida y el trabajo”.