Hace 20 años murió este escritor ecuatoriano, pero su palabra vive en cada uno de sus libros.

En honor a la verdad, Hugo Mayo jamás fue motociclista. Pero  sí dirigió la revista  Motocicleta.  Nació en Manta el 24 de noviembre de 1895, bajo los nombres de Miguel Augusto Egas Miranda. Recién en  1921  nació en el mundo de la poesía como Hugo Mayo, seudónimo que formó con las palabras Hugo, en honor al escritor francés Víctor Hugo, y Mayo, por el mes de la primavera europea.

Como escritor está signado por el misterio y la leyenda. Talvez porque sus versos no son de lectura fácil. En el Ecuador de los años veinte, mientras los poetas aún militaban en el posmodernismo, él –entre 1919 a 1933- transita en la onda vanguardista. Posteriormente su poesía también será nativista y de corte social.

Publicidad

Antes, en 1916, su hermano, el poeta José María Egas, y José Falconí Villagómez crean la revista literaria  Renacimiento.  Miguel Augusto estuvo relacionado con los poetas modernistas de esa revista. Fue cuando hizo amistad con el jefe de redacción, Medardo Ángel Silva.

Un día envió dos de sus poemas vanguardistas, pero firmados como Hugo Mayo. El consejo de redacción de  Renacimiento  no los publica sospechando que eran plagiados de algún poeta foráneo.

En cambio, revistas extranjeras dan cabida a sus versos, fue el caso de la revista Cervantes, de Madrid. Mientras acá los escritores se preguntaban si ese Hugo Mayo que publicaba en Europa era el mismo que había intentado hacerlo en Guayaquil. Hasta que, para asombro de todos, se supo quién estaba tras el seudónimo de Hugo Mayo. Entonces sus poemas aparecieron en las revistas y los  periódicos nacionales. Fue cuando los críticos lo tildaron de loco.

Publicidad

Definitivamente al poeta no le iba bien con el destino de sus versos. En 1922, con 15 poemas decide publicar el libro  El zaguán de aluminio,  pero en la imprenta se extraviaron los originales. El poemario fue publicado 60 años más tarde.

Al inicio del texto, Hugo Mayo agrega la siguiente nota: “Los verdaderos originales de  El zaguán de aluminio   se perdieron hace mucho tiempo. Lo que más recuerdo de esos poemas está aquí. Si algún hipócrita lector  guarda copia de esos antiguos versos, que me perdone la infidelidad, es cosa de la memoria, de los años y también del destino”.

Publicidad

En el prólogo del tardío poemario, Jorge Velasco Mackenzie afirma: “Acercarse a la poesía de Hugo Mayo significa tomar contacto con un universo poético signado con el desafío”. Mayo, además, fue fundador de las revistas  Síngulus  y  Proteo.  Pero la única vanguardista fue Motocicleta, que tenía como finalidad “chocar con los antiguos moldes modernistas”. El primer número se publicó el 10 de enero de 1927, bajo el subtítulo “Índice de poesía vanguardista. Aparece cada 360 horas”. O sea, cada 15 días. Aunque el segundo número salió al año siguiente.

En el libro  Literatura, autores y algo más,  al ser entrevistado por Carlos Calderón Chico, en 1981, Hugo Mayo refiere: “Después fundé  Motocicleta  yo solo. El primer número no tenía, se puede decir, casi ningún valor; eran poetas nuevos aquí, que se iniciaban, como Humberto Mata Martínez, Camilo Andrade; después encontramos colaboraciones de Francia, España, América. Eso me ayudó mucho. Desgraciadamente, de esta revista no conservo ningún número, tampoco se la encuentra en bibliotecas del Ecuador. Salieron cuatro números de  Motocicleta, sacaba algunos cientos, tenía con mucho esfuerzo que mandarla al exterior”.

Por esas cosas de su azaroso destino, el primer libro Poemas de Hugo Mayo fue recién publicado en 1976, cuando el poeta tenía 81 años. Luego vinieron El zaguán de aluminio, Chamarasca,  1984. A más de los folletos  El Regreso, 1973 y El puño en alto, 1992.

En honor a la verdad. Hugo Mayo jamás fue motociclista. Tanto así que era caminando por Guayaquil cuando le surgían los versos. Él mismo declaró a Calderón Chico:  “He tenido la costumbre de que andando, caminando se me venía una idea, un verso, inmediatamente lo anotaba en mi libreta, muchas veces me despertaba de madrugada, se me venían ideas y también las apuntaba, así concluía mis poemas”.

Publicidad

El estudioso Rodrigo Pesantes Rodas, en su libro  Del vanguardismo hasta el 50,  refiere que Miguel Augusto Egas Miranda desde 1933 desempeñó cargos burocráticos de menor importancia. Además, fue viudo por partida doble. Hasta que el 5 de abril de 1988, a sus 93 años, solo y abandonado, lo sorprendió la muerte en el hospital del IESS. En la capilla ardiente en honor al poeta, Pesantes Rodas expresó: “Miguel Augusto Egas Miranda ha muerto, no así Hugo Mayo”.