Era uno de los funcionarios más visibles del gobierno de Lucio Gutiérrez.
Uno de sus hombres fuertes. Sus compañeros lo llegaron a apodar Tarzán porque, al abrirse con violencia la camisa en una tarima plantada frente a la sede de Petroecuador en Quito, mostró su pecho a todos. Era nada menos que el ministro de Energía y esa su particular manera de frenar un inminente paro.
A Carlos Arboleda Heredia hoy le provoca risa el episodio, pero también le resulta irónico lo que vino después. Como gerente de la Agencia de Garantía de Depósitos (AGD), entre septiembre del 2004 y abril del 2005, Tarzán dice que le tocó enfrentar a quien ve como “el rey de la selva”, al menos en las cortes: León Febres-Cordero.
Arboleda ha sido el único de los ex gerentes de la AGD en estar tras las rejas en el país (29 meses), pero dice que destaca lo positivo, por ejemplo, su apego a Jehová. “No soy un perseguido político. Soy un perseguido económico por tomar medidas que afectaron a personas prominentes de Guayaquil”, comenta.
“Soy perseguido porque toqué los bolsillos del señor Agustín Febres-Cordero, que no quería pagar. Porque toqué los bolsillos de Fernando Aspiazu. Porque le quité al Municipio de Guayaquil, por intermedio de Leonardo Bohrer, cuñado de Jaime Nebot, la administración de la Categ (antes Emelec, propiedad de Aspiazu que pasó a manos de la AGD), porque había irregularidades que no se han aclarado”.
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Arboleda fue acusado de peculado porque supuestamente habría favorecido a Jorge Sotomayor Unda al contratarlo como abogado por $ 3’266.634.
“¿Quién va a dudar de que no se deben pagar $ 3 millones a quien va a litigar por $ 980 millones contra Aspiazu? Sí hubo concurso, pero no se publicó en la prensa porque luego Aspiazu nos iba a mandar abogados para hacernos perder”, justifica.
Conserva malos recuerdos del gobierno de su entonces amigo de cuarteles. Gutiérrez, al igual que él, es coronel, aunque recién se conocieron el 21 de enero del 2000, cuando –ya retirado– decidió respaldar el golpe contra Jamil Mahuad. Dice, por ejemplo, que aunque debió limpiar la cartera de Energía cuando lo nombró ministro, su hermano Gilmar, entonces diputado y hoy asambleísta, interfería. “Con conocimiento del presidente ponía a los íntimos que le convenían porque en el Congreso llegaba a acuerdos políticos”.
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Cuenta que un día habló con el mandatario y le advirtió: “Están diciendo que le has comprado una casa al hermano de Heinz Moeller en $ 3 millones. Tienes que desmentir”. La respuesta que asegura le dio lo dejó helado: “¿Tanto? Le han subido, solo era un millón doscientos”.
Gilmar Gutiérrez prefiere minimizar “totalmente” sus afirmaciones, pues piensa que él se “presta” para “congraciarse” con el actual régimen.
“Si es así, ¿por qué se quedó con nosotros has-ta el último día del Gobierno?”.
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Arboleda dice que ahora prefiere recordar a otros compañeros, los de presidio: el Matamama (mató con una sierra a su madre), Machete (volaba cabezas de un solo machetazo), Mutilador, el Sicario … “Vi ataques a cuchillo, a bala. Cuando me enteré lo de la amnistía fui a Carondelet a dejarle una esquelita de agradecimiento al Presidente. Para mí, después de Jehová, Correa”.