Por decisión unánime (cinco votos de cinco posibles) los expertos religiosos concluyeron el 13 de febrero de ese año en que la sanación de la niña Edermina Arellano Plúas (hoy de 21 años), quien nació con el órgano genital oculto, fue un hecho sobrenatural. “Se hizo por intercesión de la beata, invocada por su madre y por ella, que a los 9 años estaba consciente de lo que sucedía en su vida”, informó en marzo de ese mismo año, Antonio Arregui, arzobispo de Guayaquil.
En declaraciones anteriores, Edermina recordó que a los 9 años sufría porque sus hermanas le decían que “no era igual a ellas”, por el defecto anatómico con el que nació. “Solo se veía aquella parte por donde podía orinar”. “Pensaba que me iba a morir, los médicos lo decían”, recuerda.
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Su madre, Victoria Plúas, la encomendó a la beata Narcisa de Jesús. Pero la niña también oró ante la cripta de la sierva de Nobol hasta que “se cumplió el milagro” en 1994.
Desde entonces, la joven se ha interesado más por la vida de la beata, ha leído biografías y tiene estampas en su casa del recinto Las Agüitas, Colimes.
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Allí pasa los fines de semana con sus progenitores, Tomás Arellano y Victoria Plúas; y sus cuatro hermanos menores: Juan, Martha, María y Reina. Con ellos comparte los quehaceres domésticos.
De lunes a viernes está en Nobol, donde estudia y ayuda en la oficina parroquial, junto a Fanny, la secretaria del santuario.
También dedica ratos a la distracción. Le gusta pasear con amigos y no le atrae el baile.
Aprendió el oficio de corte y confección, pero no se imagina dedicada a la costura como la beata Narcisa de Jesús Martillo, a quien, dice, le debe la vida. La joven se considera una devota de la beata y se emociona con su canonización, aunque no intenta seguir sus pasos.