Para los asistentes estuvo claro que Febres-Cordero debía estar ahí, pero ¿Hurtado? Los comentarios durante los 95 minutos de proyección subieron de tono a medida que se escuchaban sobre los asesinatos y las declaraciones de Febres-Cordero, pero especialmente por las revelaciones de alfaristas quienes reconocían que pasaron de la novelería, de no saber qué querían, a empuñar armas sin un proyecto político.

Con los años, dijeron, llegaron al consenso de que buscaban una sociedad más justa, para eso robaban un carro de pollos para distribuírselos a los pobres. Los guerrilleros, palabra que evoca hombres duros y agresivos, hasta provocan risa. Los insurgentes son humanos y graciosos.

Las imágenes de archivo asociadas a testimonios y reconstrucción de la historia de los AVC se suceden unas tras otras sin mayores problemas, aunque a veces el exceso de la voz en off (la misma Isabel Dávalos), hace pensar que se trata de un gran reportaje.

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Se prendieron las luces y también los gritos, aplausos y reclamos. Dávalos estaba en el paredón. Un documental de autor es una visión personal de un hecho, tuvo que ayudarle Manolo Sarmiento.

Tres de los asistentes revelaron su identidad, eran alfaristas que señalaron su disconformidad con la visión del documental, porque, argumentaron,  no reflejó lo que consideraron un intento de cambio centrado en que el marxismo era el camino y el  referente de lucha, el Che Guevara.