Para conseguir la realización de sus ideales puso a disposición de esas nobles causas: su cuantiosa fortuna, todo su tiempo, renunció a sus negocios lucrativos, sacrificó su derecho a formar una familia, etcétera.
Este idealista extraordinario murió pobre y no hubo ni siquiera una camisa para colocarlo en el féretro; situación que se solucionó gracias a la bondad del médico francés que lo atendió, doctor Reverend.
Su espada, valentía y capacidad guerrera estuvieron presentes en los campos de batalla de América del Sur, conjuntamente con militares de la talla de Sucre, Flores, O’ Leary, Gamarra, Córdova...; consiguiendo portentosos triunfos que a la postre dieron la libertad de Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador, Perú y Bolivia. Como presidente de la Gran Colombia fue magnánimo con los que pretendieron asesinarlo el 25 de septiembre de 1828, de manera especial con el ambicioso y desleal general Francisco de Paula Santander.
Publicidad
A pesar de que gozó del apoyo popular no se entronizó en el poder. Cuando observó que la ambición de sus generales se estaba imponiendo a su ideal de construir una gran república con Santander que quería desanexar a Venezuela (Santander ambicionaba ser presidente de Colombia y Flores quería separar el departamento del sur) demostró sensibilidad al renunciar a la presidencia, y alejarse para siempre de Bogotá, donde la muerte lo sorprendió en Santa Martha cuando se aprestaba a viajar a Europa.
Las actitudes ejemplares y de desprendimiento de nuestro Libertador deberían ser imitadas por los politiqueros y seudos demócratas ecuatorianos que desde 1998 vienen violando la Constitución, oponiéndose a las reformas constitucionales, estableciendo el caos, protegiendo a banqueros corruptos y algunos se han enriquecido ilícitamente. Parafraseando a la heroína Manuelita Sáenz, perseguida injustamente y desterrada de Colombia y Ecuador, por haber cometido los delitos de amar al Libertador y luchar por la causa independentista, digo: ¡Viva Bolívar! ¡Viva el padre de la República! El Libertador se encuentra en un sitial de honor en la galería de los hombres insignes que lucharon por la transformación de nuestros pueblos.
Publicidad
Jorge Andrade Ch.,
abogado, Guayaquil