Ismael Viteri Rivera, quiteño de 22 años, llegó hace poco de Bogotá, Colombia, donde participó en la denominada Batalla de los Gallos de Red Bull, un evento musical que congregó a los mejores cantantes de hip hop de 16 países, entre ellos Ecuador.
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Su mundo es la música, y muy específicamente el hip hop, un género que nació como movimiento cultural a fines de los setenta y principios de los ochenta.
Originalmente surgió en barrios marginales de Estados Unidos como el Bronx en Nueva York. Se compone básicamente de 4 “elementos” o “pilares”: el MCing (o rapping, es decir, improvisa lo que ve), el DJing (o turntablism, que mezcla la música), el BBoying (o breakdancing, especialistas en break dance), y el graffiti (se expresa a través de dibujos).
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Hoy, este quiteño que vive en Guayaquil desde los 17 años, se dio a conocer como MC Matista, y ya con su ‘título’ empezó a experimentar plena libertad al interpretar sus canciones –algunos jingles ya grabados, el primero de ellos a los 19 años–, una especie de poesía cantada, cuya letra refleja lo que siente y piensa este cantautor de la vida.
De contextura delgada, piel trigueña, rasgos finos, para la foto de esta nota quiso vestir como cree que mejor se representa la cultura musical del hip-hop: con pantalones anchos y una camisa negra que llega hasta sus rodillas.
Pero más allá de la historia de su música y de lo que representa en su vida, el inquieto espíritu de este joven no solo lo lleva a participar en eventos de música –él representó al Ecuador como el mejor cantante hip hop en un evento internacional– sino que además dedica la mayor parte de su tiempo a ayudar a su madre quien dicta clases en Flor de Bastión.
En este sector suburbano de Guayaquil, su madre, Jenny Rivera acude a dar clases diariamente, absolutamente gratis. ¿Locura? Sí, pero de aquella que tiene buenos propósitos.
Son 110 niños que Jenny tiene a su cargo de distintos sectores de Flor de Bastión. Ella les imparte clases de lenguaje, matemáticas, gramática y otros conocimientos. También dicta clases a dos niños con discapacidades, y con uno de ellos solo se comunica en el lenguaje de señas. “Soy autodidacta, me ha tocado aprender un poco de todo”, señala Jenny.
Su hijo la acompaña impartiendo clases de música, inglés y educación física.
Pero mientras fotografiamos a los niños en el sitio de estudios, Ismael se muestra pensativo, abraza a su madre, y nos cuenta lo difícil que resulta esforzarse en un medio donde el hip hop es poco conocido, algo así como lo que ocurre también con su música. “Aquí, las familias son muy pobres, sé que me he alejado de ellos por mis compromisos musicales, pero ahora estaré más tiempo con los chicos”, señala.
De semblante serio, a Ismael le cuesta sonreír, lo propio ocurre con su madre. De su padre prefiere no hablar, solo nos comenta que tiene dos mediohermanos. “Mi madre refleja en su rostro lo que le ha tocado soportar durante sus años como educadora”, refiere su hijo.
Y Jenny, aunque no escuchó su comentario, nos confiesa luego de poner un poco de orden entre los niños del establecimiento: “Realmente es complicado venir acá, todos los días desde las siete de la mañana hasta las dos de la tarde. Nadie me paga por lo que hago, pero si estoy aquí desde hace cinco años es porque los chicos me necesitan.
“Y quiero crecer con ellos. Aún faltan paredes por construir. La que ve ahí (nos señala una esquina del terreno donde solo hay una estructura de madera sin terminar, un techo viejo y bancas de madera, algunas dañadas) fue levantada gracias a la colaboración de padres de familia. Pero el amor por mi profesión de maestra es lo que me motiva”, anota.
‘Esperanza del Nuevo Guayaquil’, ubicada en Flor de Bastión, tercera etapa, bloque 9 requiere ayuda. Sin lugar a dudas...
Y Jenny no tiene reparos en decirnos que la labor de Ismael debería ser remunerada con el sueldo que por ley sería de 120 o 140 dólares. Y ella, lógicamente, ganar un sueldo que sería un poco más.
Solidaridad
Pero Ismael no se quiere quedar con los brazos cruzados. Aunque el trabajo que él y su madre realizan prácticamente es invisible para las autoridades, logran salir adelante recaudando fondos mediante bingos y otras actividades, inclusive artísticas. Algunos de sus eventos musicales realizados en Guayaquil han tenido el propósito de recaudar juguetes para los niños...
Pero no es suficiente. Él lo sabe, sabe que salir adelante, en cualquier ámbito, en nuestro medio, cuesta. “Me gustaría estudiar comunicación o hacer un trabajo como el de Martha Cooper, fotógrafa especialista en captar imágenes del hip hop y de las facetas de esta cultura: Graffiti, B-Boying (Breakdance). Y por supuesto, enseñarles a los niños el amor por la música”.
Por ahora, él está recaudando juguetes para entregárselos a los niños de la escuelita Esperanza del Nuevo Guayaquil, hasta fines de este mes.
Si quiere colaborar con esta causa puede hacer su donación en el sitio de trabajo de Ismael: Cabinas de Porta, ubicadas en Calle 19 y Gómez Rendón. (M.F.)