El actor, quien ganó fama por sus papeles de ‘malo’, era muy crítico consigo mismo y sus directores. ‘La mayor parte de lo que hago es basura’, dijo alguna vez.
Cuando Jack Palance recibió el Oscar como mejor actor de reparto por City slickers, deleitó a la audiencia de la ceremonia del Oscar de 1992, que vio cómo se tiró al suelo y realizó lagartijas a una mano para demostrar su fuerza física.
“En realidad eso no es nada. En cuanto a las flexiones de pecho con dos manos, se pueden hacer toda la noche, sin importar si hay una mujer abajo o no”, dijo en tono de broma el ya mítico actor que falleció el viernes pasado de causas naturales a los 87 años.
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El anfitrión del Oscar de ese año, Billy Crystal, tomó el comentario para hacer una serie interminable de bromas, exagerando cada vez más los logros físicos de Palance durante la ceremonia de premiación. Ese fue un momento que de alguna forma reflejó la imagen de Palance durante sus 50 años de carrera en el cine.
Siempre negándose a quedarse encasillado en un personaje, el actor criticó la mayoría de sus papeles. “La mayor parte de las cosas que hago son basura”, dijo a la prensa, e indicó que muchos de sus directores habían sido incompetentes. “La mayor parte de ellos ni siquiera deberían dirigir el tráfico”.
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A las audiencias cinematográficas les impactaba el rostro tosco del actor y su presencia corpulenta, y una voz tranquila y baja que lo hacía más escalofriante.
Su debut fue en la cinta Panic in the streets, de 1950, donde interpretó a un asesino llamado Blackie. Luego de una cinta de guerra llamada Halls of Montezuma, interpretó al apasionado amante que hostiga a Joan Crawford en Sudden fear, de 1952. El papel le valió su primera nominación al Oscar como mejor actor de reparto.
Al año siguiente, se llevó su segunda nominación cuando interpretó al gatillero Jack Wilson, que presiona a Alan Ladd a tener un duelo en el clásico de vaqueros Shane.
El papel lo llevó a asentar su fama como el antagonista favorito de Hollywood, apareciendo como un renegado apache en Arrowhead, Jack el Destripador en Man in the attic, Atila el Huno en Sign of the pagan, e incluso un opositor a Jesús en The silver chalice.
Además del western en tono de comedia City slickers, otras cintas importantes en su carrera incluyen Kiss of fire, The big knife, I died a thousand deaths, Attack!, The lonely man y House of numbers. A Palance se lo recordará como el mafioso Carl Grissom del Batman de 1989 y por su participación en Tango & Cash.
Su filmografía suma un número de 130 obras, entre filmes y series de TV.
Aunque sus personajes muchas veces eran casi salvajes, en la vida real Palance era un hombre bien educado y que cuidaba su lenguaje. Sus principales pasatiempos eran la pintura, la poesía y la literatura.
Con sus más de 1,90 metros de altura y 95 kilogramos de peso, Palance se destacó como atleta y ganó una beca por sus talentos como jugador de fútbol estadounidense en la Universidad de Carolina del Norte. Luego de dos años, dejó esa carrera, inconforme por la comercialización del deporte.
Luego de dedicarse al boxeo y ser piloto del Ejército, estudió periodismo en la Universidad de Stanford, donde empezó a interesarse en el teatro y antes de graduarse se mudó a Nueva York, para probar suerte como actor.
Su gran oportunidad para llegar al estrellato se dio en la forma del sustituto de dos grandes actores; primero de Anthony Quinn en la obra Un tranvía llamado deseo, y luego de Marlon Brando en el papel de Stanley Kowalski durante la puesta en escena en Broadway. Luego, su director, Elia Kazan, lo eligió para aparecer en Panic in the streets.