Casi es un rito, al final de cada año hacemos el balance personal y colectivo. El último, el que concierne al país, nos deprime. La pobreza no decreció, la educación no mejoró, la atención adecuada a la salud fue negada a la mayoría, el desempleo sigue siendo un problema, la delincuencia y la inseguridad crecieron, la economía no mejoró, la administración de justicia sufrió una gran crisis, la política se deterioró y nos decepcionó, la corrupción sigue minando la salud social.

Parece que todos los males nos azotan y, sin embargo, debemos seguir esperando un país diferente.

Dice la leyenda griega que Pandora fue la primera mujer, hecha en el cielo por Zeus y que antes de ser enviada a los hermanos Prometeo y Epimeteo recibió de los dioses muchos dones. Prometeo que desconfiaba de Zeus no la recibió, pero Epimeteo sí y la llevó a su casa. En una habitación guardaba algunos objetos que no había alcanzado a repartir en la Tierra, entre ellos un baúl que permanecía sellado. Poco a poco fue creciendo en Pandora la curiosidad hasta que un día rompió el sello y abrió la tapa para mirar dentro, pero en ese momento escaparon de la caja una multitud de plagas y males para atormentar a los hombres. Pandora se apresuró a cerrar la caja, pero ya era tarde, todo el contenido había escapado, excepto una sola cosa que yacía en el fondo, esa era la esperanza. Desde entonces, aunque los males nos acechen, la esperanza nunca nos deja por entero y mientras tengamos un poco de ella, ningún mal puede derrotarnos completamente.

Así pues, siguiendo la leyenda, es importante que, a pesar de todo, no nos dejemos arrebatar la esperanza. Ya nos han quitado la fe en las instituciones públicas y en los políticos, ya nos han robado la seguridad física, económica y jurídica, ya nos han hecho dudar de nuestra capacidad de construir colectivamente un futuro aceptable para todos, ya nos han hecho perder a muchos ecuatorianos que prefirieron el autoexilio. No permitamos que nos despojen de la esperanza, la necesitamos para decidirnos a ejercer ciudadanía, para convencernos de que el país es de todos y no solo de pocos, para creer que es posible hacer política pensando en el bien común, para convertirnos en ciudadanos activos y exigentes que construyen su democracia, para trabajar con empeño, para conocer nuestras leyes, respetarlas y exigir que las respeten, para construir un país vivible para todos, para ser capaces de superar el desencanto y las decepciones.

Amables lectores, que ustedes y el país tengan un buen año 2006 y, sobre todo, que no nos dejemos arrebatar la esperanza.