En este, el último artículo del año, bien vale que me olvide de la política, de eso que Ortega y Gasset decía que rige la historia aunque no creamos en ella, para poder desear a todos mis lectores –y a los que no leen mis artículos también– un año 2006 mejor que el que terminará mañana y que, entre otras cosas importantes, nos trajo un nuevo Gobierno que ha tenido –al igual que el anterior y al igual que tantos– serios traspiés en su corta andadura.

La historia no va a cambiar porque nosotros, solo un puñado de columnistas, opinemos cada semana acerca del acontecer nacional, y quien tenga la pretensión de  creer lo contrario, no es consciente de sus limitaciones, aunque  sí podemos con nuestros comentarios por lo menos hacer reflexionar a los protagonistas, a veces arrogantes, orgullosos o engreídos, para que rectifiquen o corrijan sus acciones –no siempre salpicadas de mala fe– y eviten perder el equilibrio.

La gente marca objetivos al inicio de cada año, y bueno sería que uno de los propósitos del país en su conjunto fuera emprender en un gran programa nacional para que el ciudadano tenga mayor conciencia de sus derechos políticos, civiles y económicos, con lo que se logrará que vote mejor, que escoja con más eficiencia a los candidatos, que los sepa identificar por su hoja de vida y por sus acompañantes, lo que a su vez quiere decir –si eso se logra– que el Ecuador tendrá  mejores gobernantes.

Este Diario ya inició la difusión de cartillas democráticas, pero hay que insistir en todas partes, pues la educación cívica popular debe llegar a todos los habitantes para fortalecer el sistema democrático, robustecer los derechos ciudadanos y contribuir a eliminar las desigualdades sociales.

Si el individuo tiene más conocimiento de sus derechos, y por supuesto de sus obligaciones, podrá cumplir con más acierto su papel como ciudadano, defendiendo las libertades humanas y preservando el medio ambiente, conceptos que son fines en sí mismos pero que a veces algunos los convierten en simples teorías y no en realidades que beneficien a la nación.

El año calendario que se inicia después de pocas horas tiene una importancia enorme para los ecuatorianos pues en su décimo mes serán elegidos el presidente de la República y los diputados, y nos tocará ver si –con una tozudez digna de mejor suerte– tendremos más de lo mismo o habrá un cambio radical como parece querer la mayoría de los compatriotas. Mucho dependerá también, obviamente, de los candidatos.