En el 2005 se fue un coronel incompetente y vino un doctor ineficiente a calentar el sillón de Carondelet. Los diputados trabajaron para sus bolsillos y los jefes de sus partidos. Los corruptos y sinvergüenzas hicieron su agosto todo el año. Emigrantes desesperados murieron en el mar buscando oportunidades en tierras más libres y justas. Nos quedamos sin Corte y sin justicia, para terminar con Corte, esperando la justicia. Año de incompetencia, corrupción y desesperación.

Pero también en el 2005 clasificamos al Mundial y empezamos a soñar en alemán. Jefferson cruzó primero la meta en Helsinki. Miles de niños aprendieron a leer y escribir, corrieron felices y metieron más de un golazo. Empresarios generaron empleo. Médicos curaron enfermos. Albañiles e ingenieros construyeron. Periodistas reportaron. Bailarinas bailaron. Vendedores vendieron. Profesoras enseñaron. Y miles de familias se sentaron a la mesa a comer en paz. Año de triunfos, emociones y victorias cotidianas.

En el 2005, un populista Chávez vendió falsos sueños financiados con petróleo. Un limitado Bush siguió llevando a su país y al mundo por el camino equivocado. Los disturbios en las calles de Francia abrieron los ojos a una Europa que busca su identidad. Y en Iraq, la muerte y el dolor continuaron en una guerra basada en engaños. Año de populismo, falsas ilusiones y estupideces.

También en el 2005 avanzamos, aunque a paso lento, hacia un TLC y el progreso. Los alcaldes de Quito y Guayaquil hicieron un buen trabajo, aunque pueden mejorarlo. Y varios ciudadanos acostumbrados a ver la historia por televisión esta vez se han levantado, piden un cambio y están dispuestos a hacer algo. Año de avances, acción y expectativas.

En el 2005 nacieron nuevos niños y nuevas promesas en el mundo. Fueron más, muchísimas más, las manos que trabajaron y ayudaron que las que apretaron un gatillo. Y más los labios que besaron y dijeron te quiero, que los que insultaron y maldijeron. En este 2005 cada uno de nosotros tuvo cientos de buenas historias, risas y sonrisas, a pesar de las tristezas pasajeras, las amarguras y las lágrimas por quienes ya no estarán con nosotros este Año Nuevo.

En el 2005 empecé a escribir esta columna. Recibí mis primeros e-mails con insultos y  también con frases emotivas, de esas que ponen la piel de gallina. Y fue en este 2005 cuando una mujer muy linda me hizo feliz diciendo que sí, en la salud, la enfermedad y todo lo demás. Y junto a ella, cada mañana descubro que a pesar de la corrupción, los escándalos, los abusos y las estupideces que vivimos a diario, se puede ser feliz en este país, y se puede salir adelante cuando el Estado no mete sus narices donde no debe y nos deja trabajar en libertad.

Las manecillas del reloj se acercarán a las doce y al final del 2005. Quemaremos el año viejo llenando de camaretas sus cachetes, su ojo de vidrio, su enciclopedia, sus baches faciales, su estetoscopio, sus brazos levantados. Y cinco, cuatro, nos abrazaremos, brindaremos... y tres, dos, recordaremos a los que se fueron... y uno, celebraremos por un feliz Año Nuevo que nos traiga amor, salud, dinero, felicidad y un país que camine y que corra si es posible.