En los últimos años, con mucha pena y preocupación, hemos constatado la presencia de diputados que jamás estuvieron preparados para tan delicada e importante función, porque han sido  fruto de la improvisación, la componenda y la conveniencia por circunstancias, por ello encontramos deportistas, animadores de televisión, radiodifusores, actrices, artistas, amigos y parientes de quienes mandan en cada partido político, con compromisos de variada índole, pero ajenos al requerimiento institucional y a una coherente identificación y actuación político-ideológica, que permitan el aporte efectivo para legislar y fiscalizar, como manda la Carta Magna.

Nuestra gente humilde y marginada de la educación se ha dejado sorprender para consignar su voto. Estos y otros aspectos han contribuido a que  nuestra Función Legislativa la encontremos rodeada de gente descalificada, que la inmunidad parlamentaria les torna omnipotentes, intocables, dueños de la verdad a espaldas de la realidad nacional y olvidan su función y gran responsabilidad mientras gozan de la vanidad del poder y sus privilegios.  De otra manera no se explica la actitud actual para no ponerse de acuerdo en aspectos trascendentales para la transformación política que requiere nuestra República, incluida la ruptura del denominado candado constitucional.

Dr. Rodrigo Calvachi F.
Quito

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Los depósitos al notario de Machala han puesto al descubierto una vez más la intolerable corrupción que no nos deja alejar de la miseria material y moral que agobia al país. Policías y auditores de la Contraloría, con depósitos que no se justifican con los sueldos que reciben. De ahí la urgente necesidad de refundar al país, a través de una reforma política integral, que no va a salir del Congreso porque ahí está la fuente de la corrupción, sino de la impostergable Asamblea Constituyente, que es un clamor de las mayorías y a la que se opone la partidocracia, que no quiere que cambie este estado de corrupción, porque es su hábitat natural, y que al cambiar saben que desaparecerían.

Pero no solo es necesaria la buena voluntad del   Presidente, sino la valentía para llevarla a cabo, y al que no le queda otro camino que la disolución del Congreso, reestructurar al Tribunal Electoral y convocar a la elección de los que van a integrar la Asamblea Constituyente, con un nuevo reglamento electoral, que garantice que no van a  ir los mismos, para que se transforme en una verdadera asamblea popular.

Luis Guillermo Sotomayor V.
Piñas