A las 10h00 de ayer, por un teléfono celular comunitario, de aquellos analógicos de la década pasada, Iván León, uno de los dos fiscales de La Maná retenidos por los comuneros de Saraguasi desde el lunes, reclamó airadamente al mayor Édison Fernández, jefe de la Policía lamanense.

“Estamos en total abandono. Si con las autoridades se hace esto, qué se puede esperar para con la ciudadanía. Estamos decepcionados porque el servicio público es a veces ingrato. Hemos sido vilipendiados y soportado vejámenes y humillaciones. Hagan algo por nosotros”, exigió León.

A su alrededor, decenas de comuneros también renegaban de las autoridades y amenazaban.

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Si hasta las 12h00 de ayer alguna autoridad policial o judicial no llegaba con pruebas de que tres supuestos abigeos estaban enjuiciados, los fiscales Iván León y Marco Loza iban a ser llevados a comunidades de difícil acceso, donde se les iba a pegar con ramas de ortiga, bañarlos y flagelarlos.

La noche del martes pasado, los comuneros acordaron ablandar su pedido inicial de que los supuestos cuatreros detenidos sean traídos a Saraguasi para castigarlos bajo las leyes indígenas, caso contrario los funcionarios permanecerían indefinidamente en su poder, sometidos a castigos diversos.

Aquel llamado de atención de León al jefe de la Policía tuvo su respuesta. Fernández, junto con el jefe político de La Maná, Miguel Mena, llegó  ayer a las 13h00 con una copia de la instrucción fiscal iniciada contra los acusados de abigeato. Tras cinco horas de negociaciones lograron un acuerdo para la liberación de los fiscales.

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Este contempla seis puntos en los que se compromete a las autoridades judiciales y policiales de La Maná a establecer sanciones contra los tres presuntos abigeos.

El compromiso condiciona también a los fiscales a no iniciar acción legal contra los comuneros que los retuvieron. También señala que en adelante cualquier presunto cuatrero sorprendido en la zona rural de La Maná, Sigchos y Pujilí, en el subtrópico oeste de Cotopaxi, será juzgado bajo las leyes de las comunidades.

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El trato se dio con las autoridades en una mesa donde las mujeres indígenas colocaron un látigo y manojos de ortiga.