No son clases de alemán sino de español las que deben recibir tanto los periodistas como los articulistas de las empresas de comunicación, me dice en atenta carta el Dr. César Andrés Cordero Cedeño, en respuesta a mi entrega del miércoles 14 de diciembre del 2005: “En efecto, el español es un lenguaje tan rico y noble que no solo que nos da la posibilidad de pronunciar una palabra como se escribe, sino que va mucho más allá, y nos ofrece versiones españolizadas de muchos vocablos extranjeros, para comodidad del hispanohablante. Libros como el Manual de español urgente de la Agencia EFE, o el Diccionario de usos y dudas del español actual, de José Martínez de Sousa, relativamente fáciles de encontrar en nuestro medio, son buenas obras de referencia que ofrecen un amplísimo repertorio de equivalentes en español de vocablos extranjeros.

“Así, por ejemplo, si nos referimos a topónimos, el Estado alemán de Bayern recibe el nombre de Baviera, mientras que el de Saarland recibe el nombre de Sarre. De hecho, la Real Academia nos aconseja utilizar, cuando los hubiere, estos nombres españolizados en reemplazo del vocablo original. Sana recomendación, ya que así se evitan posibles errores u horrores en la pronunciación de vocablos o expresiones provenientes de otros idiomas.

“Veamos qué nos dice con respecto a los topónimos extranjeros el señor Martínez de Sousa en la obra mencionada: ‘Los topónimos mayores (macrotopónimos; nombres de continentes, países, capitales de nación, grandes ciudades, montes y ríos importantes, etcétera) que tradicionalmente se han adaptado a la grafía del español deben utilizarse según ella y no en su grafía original’; (el subrayado es mío). Esta regla se aplica pues a los topónimos Bayern y Saarland.

“Los topónimos medios (mesotopónimos: ciudades de mediana importancia; accidentes geográficos poco conocidos, etcétera) deben escribirse en español si tienen nombre en él; en caso contrario deben escribirse en su grafía original;”. Esta regla se aplica al topónimo Hannover, que al no tener grafía española distintiva, queda de la misma forma y en español debe pronunciarse por lo tanto como janóver, independientemente de su pronunciación en el alemán. Para el caso de Leipzig, Martínez de Sousa nos dice: ‘Su grafía tradicional es Leipzig, pero en español no sería rechazable su escritura con tilde, Léipzig, puesto que se pronuncia llana’. En este caso, los periodistas no cometieron error en la acentuación de la palabra, pero sí en su pronunciación española.

“En fin, opino que, así como la pronunciación de estos topónimos ‘debe ser uniforme y correcta’, el mismo consejo debe aplicarse con su escritura. De hecho, me parecería que esto último tiene mayor importancia, tanto más si aparece en una página dedicada a los artículos de opinión de los respetables colaboradores de Diario EL UNIVERSO, cuyos escritos sigo con atención mañana a mañana. No pienso que tratándose de un diario del prestigio de EL UNIVERSO, y de sus respetables articulistas, esto sea «pedir demasiado»”.

Lo que es consejo, es opcional; lo que está mandado, hay que observarlo. Agradezco esta colaboración que refresca conceptos y normas del lenguaje; su utilidad es innegable, para periodistas, articulistas, reporteros y para quienes tenemos el privilegio de escribir y hablar el idioma de Cervantes.