El presidente de Colombia, Álvaro Uribe, desautorizó ayer al jefe de su organismo de inteligencia, quien dijo que una cita entre  ex militares venezolanos y militares colombianos fue académica y no para preparar un complot contra el gobierno de Hugo Chávez.

Uribe admitió el pasado sábado, durante una reunión con Chávez en la ciudad de Santa Marta, que militares de ambos países se reunieron en una oficina pública en Bogotá para conspirar contra su colega venezolano.

En noviembre pasado Chávez suministró a Uribe documentos que daban cuenta de un plan de militares venezolanos retirados para organizar un complot en su contra.

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Aunque el presidente colombiano no suministró detalles, advirtió categóricamente que no permitirá que  el territorio de su país se utilice “para armar conspiraciones contra un gobierno democrático, menos de un país hermano”.

Uribe había sido desmentido por el jefe del servicio secreto (DAS) de su país, Andrés Peñate, quien negó que  en esa reunión se planeara un complot contra Chávez.

Al respecto, Uribe se preguntó ayer, en una entrevista con una radio de su país, al regañar públicamente a Peñate, si “acaso vamos a decir que  estábamos en una reunión académica con unos militares golpistas. ¡La única manera es decir la verdad!”.

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En Venezuela, Chávez destacó el coraje de Uribe y dijo que  en la reunión participaron no solo militares retirados de su país que intervinieron en el fallido intento de derrocamiento de abril del  2002, sino efectivos colombianos y un oficial de Estados Unidos.

“A lo mejor, ahora para los círculos del Departamento de Estado (de EE.UU.), el presidente Uribe pasa  a formar parte del eje del mal, también”, señaló el vicepresidente venezolano, José Vicente Rangel, en alusión a calificativos que en ese sentido se han usado en Washington contra Chávez.

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Rangel reafirmó que en la reunión “golpista y conspirativa” estuvo “relacionado” el empresario venezolano Pedro Carmona, exiliado en Colombia tras huir de su arresto domiciliario tras autoproclamarse sucesor de Chávez en el golpe de Estado que lo derrocó dos días, en abril del 2002.