Una opinión pública acostumbrada a la espectacularidad vacía de las denuncias semanales de los dos pintorescos diputados especializados en escándalos, apenas ha puesto atención a los temas de fondo en el asunto de la red del notario de Machala. La búsqueda de nombres de personajes públicos en las listas de especuladores ha relegado a un segundo plano asuntos tan importantes como el origen del dinero. Ahí está el tema de fondo, porque para pagar intereses de hasta el diez por ciento mensual se requiere contar con una actividad que ofrezca rendimientos superiores a esa cifra.

La explicación más fácil, y hasta cierto punto evasiva, ha sido la que alude a la existencia de una pirámide. Pero el funcionamiento de esta tiene límites temporales muy cortos, ya que se basa en la transferencia del dinero de unos integrantes de la red a los otros, concretamente, de los más recientes hacia quienes entraron con anterioridad. La pirámide se desmorona cuando llega el plazo de pago para los últimos incorporados ya que no dispone de otra fuente de recursos que la que ofrece esa circulación interna.

Otra explicación es la que sostiene que detrás del notario habría existido alguna actividad ilegal y que, por tanto, se trataría de una forma de lavado de dinero. Narcotráfico, armas, coyotaje, son las posibilidades que se han barajado en esta hipótesis. Pero, para ser efectivo, el lavado debe hacerse por medio de actividades lícitas, y la del notario no lo era. De nada le puede servir a un narcotraficante poner a circular su dinero si a cambio no obtiene algún tipo de certificación que le permita justificarlo como ingreso obtenido por medios formales y legales. Hacerlo por medio de la red de ambiciosos especuladores solamente significaría un enorme acto de filantropía, lo que no parece compaginar con el comportamiento de narcos y otras aves de esa especie.

La punta de esta madeja enredada se encuentra en las actividades que desarrollaba el notario. Por ahí debe encaminarse la investigación, esto es, por la cara de la medalla que no ha sido abordada hasta el momento. Claro que es importante saber quiénes y cuántos eran los beneficiarios de los intereses, lo que no resultará difícil si ya se cuenta con las listas rescatadas de la notaría y además ellos, calificándose como perjudicados, se muestran sueltos de cuerpo a la luz pública. Pero más importante es saber quiénes y cuántos estaban en el otro lado, allí en donde se generaban las inmensas sumas que servían para pagar puntualmente los astronómicos intereses.

Mientras no se haga esa investigación todo quedará en la misma penumbra en que permaneció durante la década de funcionamiento de la red. Será necesario no solo identificar a las personas que estaban detrás de toda esta operación, sino también descubrir la modalidad con la que operaba ese extraño personaje.
Si no se lo hace deberemos resignarnos a creer en los milagros que se logran con el salario de un notario y a convencernos de los mitos de las pirámides.