Al Partido Social Cristiano y a la Izquierda Democrática se les ha trocado la arrogancia de los días pasados en una curiosa humildad política: ahora solo quieren unos cuantos cambios en el estatuto electoral que no modifique sustancialmente sus hábitos políticos, y el reconocimiento de la independencia de los tribunales Constitucional y Electoral… para el futuro, porque por el momento ya violaron esa supuesta independencia en el TSE y no habrá que extrañarse si negocian la composición del Tribunal Constitucional.

Si el régimen de Alfredo Palacio demostró incertidumbre, adoptando sucesivas estrategias fallidas frente a la reforma constitucional, ahora va a ser el Congreso el que malgaste los meses que le quedan (antes de que los diputados vuelvan a sus cotos de caza para preparar sus reelecciones) en debatir si rompe o no candados, si reforma o no estatutos electorales y si nos concede o no a los desvalidos ecuatorianos el derecho a tener tribunales independientes.

Para echar abajo el TSE no les faltaron votos a estos dos caciques en proceso de decrepitud de la política ecuatoriana. Pero para remediar el vacío que provocaron, no se ponen de acuerdo. A su turno, las dos cabezas visibles, Wilfrido Lucero y Cinthya Viteri, han anunciado la ruptura del candado constitucional, pero los alicates con los que pretenden romperlos se han enmohecido en las componendas. ¿Acaso los dos partidos perciben que sus días están contados? ¿Que sus liderazgos políticos van a acabar con esta legislatura y que mejor amañan lo que alcancen, antes de enfrentar una coyuntura electoral en la que ninguno de los dos tiene líderes y estrategias suficientes para enfrentar la contienda por el poder? Paradójico destino: su hegemonía regional contrasta con la ausencia de liderazgos para las elecciones de 2006. No pueden correrse el riesgo de perder, al mismo tiempo que no tienen figuras ganadoras, lo que evidentemente genera una contienda interna que acabará neutralizándolos.

Compuestos por funcionarios políticos más bien de segundo orden, por rémoras  y por mandaderos, los bloques de estos dos partidos protagonizan una legislatura calculadora y profundamente mediocre, méritos sobre los cuales actuaron cuando les tocó el turno de actuar sobre el presupuesto del próximo año.

¿Con cuánta independencia actúan?

¿Cuán libres están del chantaje?

Tengo, por ejemplo, tanta curiosidad por saber qué piensa el diputado socialcristiano Simón Bustamante, autor del informe reformatorio del Presupuesto, sobre el impacto que tendría en los ingresos y la moral pública el hecho de que alguien no haya pagado la factura de la luz eléctrica durante cien meses, a cuenta de su influencia política.

Tenemos una legislatura que es, en buena medida, la síntesis de toda la crisis ecuatoriana; cuenta entre sus filas, incluso, a un miembro representante de la nómina de la usura (esposa interpuesta) del notario Cabrera, el diputado Sánchez, nada menos que jefe de bancada de la Izquierda Democrática.

En ese sentido, nadie puede disputarles su condición de “representantes” de una nación en proceso de disolución.

Me parece que a estos dos partidos no les queda más remedio que continuar aparentando una alianza legislativa y mantener la farsa de que son capaces de poner en marcha una reforma política.