¿Cuántas cosas se dirán dos buenas amigas por el teléfono? ¿O de qué tipo de asuntos hablarán dos seres que se aman y desean ocultarlo? Sobre eso pregunto, ¿alguien tendría derecho a enterarse? Absolutamente nadie. Eso incumbe y pertenece exclusivamente a la esfera íntima de cada persona y a quien esa persona le conceda el honor de pasar adentro de esa intimidad.

La intimidad es el espacio donde las personas, cuando la comparten, se hablan, se confiesan, se tocan el alma, pues deciden libre y voluntariamente dispersarse entre el “yo” del otro con quien ha decidido compartir íntimamente. También es el lugar para las confesiones, los secretos y las alianzas.
Alianzas que pueden ser dañinas o positivas, depende del cristal con el que se las mire. Pero ningún cristal vale si se trata de aquellas que incumban solo a ellos, es decir, las íntimas.

Sin embargo, bien sabemos que en el secreto de lo íntimo se conciertan actos de corrupción, mezquindades e incluso crímenes. Obvio. Pues, que yo recuerde, no hay testimonio vivo de que los asesinos se hayan reunido en plaza pública a escribir sus “listas negras” o los corruptos háyanse repartido las coimas en restaurante de moda.

Este tipo de pactos se hace a oscuras y a medianoche, metafórica y literalmente hablando. Sin más testigos de los que no tienen conciencia o si las tienen, la venden. Este tipo de arreglos que afectan al orden público son y han sido determinantes en el curso de la historia, pues si Bruto no hubiera decidido matar a César en secreto, talvez no lo habría conseguido y nuestra cultura tuviera matices más orientales que occidentales. Quién sabe. El secreto tiene su poder.

¿Habría algún derecho para entrar en ese secreto? ¿Existe justificación suficientemente poderosa para invadir y apoderarse de lo íntimo del otro? ¿Acaso el legítimo deseo de sancionar la planificación o ejecución de un acto de corrupción constituiría licencia para esto? ¿Habrá alguien en la actualidad que, autorizado para meter sus narices en la intimidad de los demás, sea capaz de detener el frenesí de la ilegalidad y de la delincuencia?

No lo creo, y no nos engañemos. A estas alturas del partido la mayoría del pueblo sabe perfectamente quién es el responsable de tal y cual desastre, los secretos a voces dejan ver cuál político es el dueño de tal poder del Estado, y la mayoría de los agentes de la policía pueden saber perfectamente cómo funcionan los círculos de crimen organizado. Cuestión distinta es la razón por la que no actúan efectivamente.

Entonces, ¿grabar conversaciones íntimas para saber quién delinque es lo verdadero de fondo?, ¿o dependerá de quien grabe? ¿O será que los corruptos están autodepurándose por su explosión demográfica? Es que no supongo una conversación de “reparto” que pueda servir como prueba que no se dé entre los mismos cómplices. ¿No cree usted lo mismo? Cosas raras que suceden.