Los abordajes intentados para disminuir aquellas desigualdades humanas conducentes a la degradación individual y a las inequidades que afectan a la sociedad en su conjunto, surgen de los distintos paradigmas religiosos, filosóficos, sociológicos, psicológicos y, finalmente, políticos.

Por ejemplo, en el centro del debate que se viene dando hace varios años en relación a los enfoques apropiados para lograr el desarrollo social con equidad, está el cuestionamiento al Estado de bienestar o Estado “nodriza”, que pretende abarcar demasiado, se burocratiza excesivamente en el intento y sus prestaciones terminan siendo despersonalizadas, en el mejor de los casos, o francamente de mala calidad. Además, se señala el efecto infantilizante de este modelo en las personas, al privarlas de su libertad de elegir.

Los defensores de este modelo estatizante apelan a la igualdad como valor supremo en el desarrollo social, igualdad que debe lograr el bienestar de todos los ciudadanos sin distingos de ningún tipo, y su acceso a servicios de calidad.

Como alternativa al estado “nodriza” –el “ogro filantrópico”, como lo bautizara Octavio Paz– se plantea la supuesta panacea de la privatización que descongestionaría a los organismos estatales ineficientes, mejoraría la calidad de los servicios y respetaría la libertad de elección de los “clientes” con el beneficio de dignificarlos al considerarlos adultos pensantes.
Esto se lograría gracias a la competencia entre proveedores de servicios, de acuerdo a las lógicas que acompañan dicho mecanismo, y a los controles que el Estado ejercería de acuerdo a los estándares previamente establecidos.

Los detractores de este modelo argumentan que la competencia no siempre es perfecta, que lo privado también tiene falencias y que los países que han optado por esta alternativa aún no pueden probar de forma incuestionable logros masivos en materia de igualdad.

Más allá del debate en curso, surge cada vez con más fuerza una tercera vía. Esta mantiene como postura el reducir las dimensiones del Estado para tornarlo más eficiente, traspasando, a través de distintas modalidades, algunas de sus competencias –de ninguna manera todas–, a otras organizaciones  de la sociedad civil, a saber, al sector privado sin fines de lucro, a las que conocemos con varias denominaciones como ONG, ”tercer sector” o lo público no estatal. El Estado, naturalmente, mantiene su rol regular.

Esta otra vía no supone haber encontrado “la verdad” y transitar por ella continuará implicando la aparición de nuevos problemas que habrá que intentar resolver con inteligencia y creatividad. Los problemas complejos no tienen soluciones simples, es tiempo de asumir esta constatación.

Parecería que la libertad y la igualdad, en la práctica y en todas las latitudes, han sido difíciles de conciliar dando lugar a paradojas complejas en su comprensión y resolución.

No obstante, el pensamiento de Amartya Sen, premio Nobel de Economía, es esclarecedor: “…resulta difícil entender una perspectiva de la libertad que no tenga la equidad como elemento central, si la libertad es realmente importante,  no puede ser correcto reservarla únicamente para unos pocos elegidos…”.

*Rectora de la Universidad
Casa Grande