No tiene dinero y se siente olvidado por sus amigos.
Su hermana de 10 años padece problemas renales.

Decepcionado, totalmente. Así dice sentirse Carlitos Mora Peñafiel, el joven de 19 años que hace una década fue infectado con el virus del VIH (sida), junto a otros 20 pacientes con insuficiencia renal, en la clínica de Galo Garcés Barriga.

El único sobreviviente de los infectados con VIH muestra intranquilidad al relatar la forma en que actualmente vive, abandonado y en una pobreza que obliga a Liduvina Peñafiel, su madre, a trabajar más tiempo del acostumbrado en su actividad de comerciante.

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La progenitora viaja a los pueblos y en casa queda Carlitos al cuidado de sus hermanas, de 10 y 14 años. Su padre, Eusebio Mora, trabaja 12 días seguidos en una camaronera de la isla Palo Santo, cerca de Puná, y descansa tres días.

La voz del afectado se quiebra y mientras una lágrima baja por su rostro, dice sentir que ha sido olvidado. “Perdí la oportunidad de demandar al Estado por el crimen que cometieron dos médicos irresponsables que luego no fueron sancionados por los jueces ni magistrados de la Corte Superior de Guayaquil”, sostiene.

Los juicios contra los médicos Galo Garcés Barriga y Galo Garcés Lituma prescribieron, según la Sexta Sala de la Corte Superior de Guayaquil.

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En noviembre del 2003, los tribunales 2º y 3º de lo Penal del Guayas dictaron los autos de prescripción, y en julio del 2004 su defensor, Rafael Esteves, le dijo que plantearía la demanda internacional contra el Estado ecuatoriano ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Con este propósito, Liduvina Peñafiel y Laura Villaprado, la viuda de Haroldo Saltos, sacaron copias a los 43 cuerpos de los juicios 179-2002 y 246-2002 que seguían Betty Valdivieso (hija de una víctima del sida) y Villaprado.

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Carlitos Mora recuerda que fue el día 17 de julio del 2004 cuando su abogado aseguró que estaba lista la demanda internacional que plantearían contra el Estado ecuatoriano, “como un crimen de Estado”.

“Yo solo hubiera querido justicia, porque 21 personas fuimos a recibir tratamiento para poder estar más tiempo con nuestras familias, pero lo que encontramos fue un camino a la muerte”, dijo Carlitos con voz entrecortada.

De toda esta desgracia culpa a Galo Garcés Barriga, dueño de la clínica nefrológica donde fue contagiado con VIH.

El joven Mora guarda silencio por unos momentos mientras sus ojos se dirigen a su computadora (fiel amiga de sus noches en vela), luego su mirada se pierde en el vacío. Traga en seco un sorbo de amargura y dolor, y aprieta sus atrofiadas manos por el hiperparatiroidismo.

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“Nuestro abogado nos hizo sacar tantas copias a esos juicios, y parece que para nada”, sostiene el joven, que permanecía en cama luego de que recibiera una sesión más de hemodiálisis.

El derecho a plantear la demanda internacional se perdió seis meses después de los autos de prescripción de ambos juicios, según la ley.

“Ahora solo quiero que el Estado se ponga en mi lugar. Son diez años de angustia y dolor. Estoy seguro que si el Estado estuviera en mi lugar, ya se habría hecho justicia”, dice con indignación.

Su libro, otra quimera
El libro de Carlitos aún no ha sido publicado. “Mi abogado me prometió que llueva, truene o relampaguee lo tendría listo en octubre pasado, que en noviembre lo firmaría el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, y en diciembre se publicaría”, recuerda.

Liduvina Peñafiel dice que perdieron muchas oportunidades de gente que les ofreció ayuda, como Rosa Amelia Alvarado, de la revista Vistazo, y de otras personas como Ramiro Cepeda y Andrés López. El joven Mora también refirió que el Banco de Machala ofreció ayudarlo.

Aún no pierde las esperanzas de publicarlo. “Es lo único que me queda por hacer. Teníamos planificado imprimir 3.000 ejemplares en la primera edición”, mencionó.

Carlitos Mora dice que le da vergüenza cuando por la calle la gente le pregunta qué pasó con el libro. En el hospital del IESS, antes de la hemodiálisis, lo primero que le preguntan es sobre su libro. también sus amigos que se comunican a través del internet.

Peñafiel tiene problemas con los papeles de la casa donde habitan, en Sauces 6, Mz. 1, villa 1. Le falta la certificación del Registro de la Propiedad que señale que esa vivienda que recibió en calidad de donación del Gobierno, sea declarada propiedad de ella, para sus tres hijos.

Carlitos espera que el Registrador de la Propiedad de Guayaquil, Fernando Tamayo, solucione el inconveniente, para que su madre tenga el documento que le garantice la propiedad del bien, que no ha sido mejorado por falta de dinero.

Los escasos recursos que tienen lo utilizan en medicinas y alimentación.

El joven Mora está triste. Su hermana de 10 años padece problemas renales (cálculos). Aunque según los médicos no son similares a los que él sufre (insuficiencia renal).

HISTORIA

NOVIEMBRE DE 1995
21 pacientes del IESS se contagiaron con el VIH en la clínica del Dr. Galo Garcés.

13 DE AGOSTO DE 1996
El juez 10º de lo Penal, Édgar Salazar, dictó auto cabeza de proceso contra Galo Garcés Barriga (detenido el 19 de marzo de 1997), Galo Garcés Lituma y demás implicados.

14 DE DICIEMBRE DE 1998
Declaran abierto el plenario contra Galo Garcés Barriga y Galo Garcés Lituma.

28 DE ENERO DE 1999
Por un año sin sentencia, Galo Garcés Barriga fue liberado.

13 DE AGOSTO DE 2001
Prescribió el juicio por delito contra la salud y el 26 de octubre, la otra demanda.

21 DE OCTUBRE DE 2003
Según el Nuevo Herald Garcés Lituma trabaja en el Hospital Jackson Memorial, de Miami, donde es considerado “un médico ejemplar”.

27 DE MAYO DE 2004
El juez 6º de lo Civil, Franklin Ruilova, llamó a confesión judicial a Galo Garcés Lituma.