Desde 1990 después de un comercial de televisión, José Garcés caracteriza a Papá Noel.

Su rechoncha figura, tez blanca, experiencia actoral y cultivada voz le permiten una actividad que le queda como anillo al dedo.

Es José Miguel Garcés, guayaquileño de 62 años, quien desde el mes pasado personifica a Papá Noel en el centro comercial Mall del Sur.
Allí visitantes pueden fotografiarse con él y, además, escucharlo cantar temas navideños.

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Así pasó la tarde del jueves pasado cuando la columna que padres e hijos formaron se interrumpió tras los acordes de Jingle bells, canción en inglés que Papá Noel matizó con sus clásicos “jo, jo, jo”.

Siguió Rodolfo, el reno y una vez más el personaje de traje rojo y barba blanca mostró las bondades de su voz. Además, su actuación arrancó sonrisas entre los asistentes quienes por momentos se trasladaron a un mundo de fantasía.

“Soy tenor. Estudié en el conservatorio Antonio Neumane y participé en los coros de la Universidad de Guayaquil y de la Católica”, dice Papá Noel en un intervalo de  su jornada que empezó a las 16h00.

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Cambia su uniforme. Su asistente, Genoveva Márquez, lo ayuda a reemplazar su indumentaria.

“Guardo pulcritud en mi traje porque los niños merecen que Papá Noel los salude limpio, perfumado y los toque con guantes nuevos”, manifiesta Garcés, quien reside actualmente en San Clemente, California (EE.UU.). “Allá canto en restaurantes italianos. Canto ópera, zarzuela y boleros. He grabado cuatro discos”, dice.

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Luego de su aseveración canta a capela fragmentos de boleros de Manzanero. Luego cambia a una de sus favoritas: Es mi niña bonita.
  “Yo sé que a todos los hombres les ha de pasar lo mismo...”. En ese momento parece nostálgico. Se repone y afirma que de boleros se componen las producciones grabadas en México.

Este Papá Noel se inició en 1990 en nuestro país cuando una sobrina, al mirar sus trajes, le sugirió hacer un casting para un comercial de televisión donde fue elegido y grabó la publicidad para un banco.

Hoy cuenta con catorce trajes. En Nochebuena hace un recorrido por diferentes sectores de la ciudad. “Recién cenamos a las 02h00 del 25”.
Su tarea, a más de grata, es rentable: en toda la temporada gana unos 10.000 dólares.

Recuerda los pedidos que le hacen los niños. “Una vez uno me pidió una novia bonita con ojos azules. Luego se quedó paradito y pensativo. Hasta que me dijo: ‘Y también una para mi papá’”, evoca entre risas. Para este Papá Noel criollo, sus pequeños admiradores “son la vida de un país”.

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