Hace tres años, una pequeña oficina de servicios financieros abrió sus puertas en Nampa, Idaho, con sólo un puñado de empleados y orientado a la clientela de habla hispana.
  
Pero junto con la población hispana de Idaho, el negocio está floreciendo: El Centro inauguró una segunda oficina en Caldwell y tiene planes de expandirse pronto a Denver y Chicago, dijo el gerente David Cahoon.
    
Apuntamos a zonas de hipercrecimiento. En Denver hay un numeroso mercado latino, al igual que en Chicago, precisó Cahoon.   En Idaho la población hispana está creciendo. Es vasta y realmente no tenemos mucha competencia.
  
La mayoría de los inmigrantes de habla hispana en Estados Unidos _tanto legales como ilegales_ proviene de México. Estadísticas de varias agencias indican que el número de inmigrantes ilegales en el país está aumentando, y la firma Bear Stearns en Nueva York calcula que de 12 a 15 millones de empleos en la nación están en manos de inmigrantes indocumentados.
  
Un 95% de los clientes de Cahoon sólo habla español, dijo, y por lo menos 15 veces por semana rechaza a un solicitante de préstamo hipotecario por carecer de identificación emitida por Estados Unidos.
  
Aun mientras los empresarios como Cahoon se esfuerzan por hallar los medios de beneficiarse con el dinero de los inmigrantes, las autoridades del gobierno en los estados donde se están concentrando los cruces fronterizos ilegales luchan por lidiar con la población de indocumentados. En vez de quedarse en los estados fronterizos, dijo William Frey, un demógrafo en el Instituto Brookings, los nuevos inmigrantes se dirigen a los suburbios de Tenesí, Misisipí, las Dakotas, Ohio y Pensilvania.
    
Los inmigrantes ilegales no se están dispersando al azar. Van detrás de los empleos, dijo Gordon Hanson, profesor de economía en la Universidad de California en San Diego.   Fíjense dónde es más intenso el crecimiento de la población de inmigrantes ilegales: en zonas con poblaciones en crecimiento, donde hay más restaurantes, almacenes, construcciones y comercios. Y en zonas donde la manufactura y mano de obra estadounidense está envejeciendo o desapareciendo.
  
Un ejemplo es Carolina del Norte, donde el número de inmigrantes ilegales trepó de 26.000 en 1990 a 206.000 una década después. Muchos de esos trabajadores indocumentados se orientaron a empleos en la industria textil, dijo Frey.
  
Mike Hubbard, vicepresidente del Consejo Nacional de Organizaciones Textiles, ha visto cambiar su industria y su ciudad de Gastonia, en Carolina del Norte, debido al influjo de inmigrantes.
    
Las compañías están tratando arduamente de asegurarse de tener debidamente documentada a la gente que contratan, pero a veces uno descubre que los documentos son falsos, dijo Hubbard.   Muchos trabajadores inmigrantes se están apoderando de los empleos textiles.
  
De niño en Carolina del Norte, Hubbard rara vez oía hablar en español, según afirmó. Ahora muchos gerentes de la industria textil están aprendiendo el idioma para poder comunicarse con los empleados, y los negocios están traduciendo las instrucciones de los materiales de seguridad. Los vecindarios del estado también han cambiado, aseguró.
    
Ahora hay almacenes hispanos en cada esquina, y los alimentos están mejorando mucho, afirmó.   Ha habido cambios. Quizás los salarios habrían subido más rápidamente sin la inmigración, pero tampoco lo puedo asegurar.
  
En Colorado, donde Cahoon espera abrir su próxima oficina, la oficina de Aplicación de la Ley de Inmigración y Aduanas calcula que el número de inmigrantes ilegales saltó de 31.000 en 1990 a 144.000 en el 2000. Los funcionarios electos apelan al gobierno federal en busca de los medios de lidiar con el influjo.
  
Lindy Eichenbaum Lent, una portavoz del alcalde de Denver John Hickenlooper, dijo que la cuestión ha cobrado más prominencia en todo el estado. Como los inmigrantes ilegales son generalmente más pobres que el resto de la población, tienden a poner mayor presión sobre el sistema de cuidado de la salud para indigentes y otros servicios sociales, precisó Frey.
    
Miramos con gran atención a Washington y la legislación propuesta de programas para trabajadores invitados que podrían financiar los servicios que ya estamos suministrando, dijo la vocera.   Nuestros recursos se están resintiendo por varios factores, de los cuales la inmigración es sólo uno.
  
Los trabajadores indocumentados se han vuelto parte de la economía local, dijo.
    
Están contribuyendo a generar ingresos y pagan impuestos. La legislación podría integrar al sistema este mundo subterráneo, agregó.
  
Algunos gobiernos municipales han tomado la iniciativa propia de integrar más mexicanos a la economía regular. Tanto Yakima como Seattle (Washington) _junto con otras 360 ciudades en la nación_ aceptan ahora las tarjetas de identificación emitidas por consulados mexicanos como identificación válida para obtener tarjetas de bibliotecas, ayuda en los centros comunitarios de salud y otros servicios. Las tarjetas suelen ser utilizadas por los inmigrantes indocumentados que no tienen derecho a conseguir tarjetas del Seguro Social. Aproximadamente 1.800.000 de esas tarjetas están en uso en Estados Unidos.
  
En Nampa, los negocios como El Centro han considerado la posibilidad de aceptar las tarjetas de identificación para emitir préstamos, dijo Cahoon, pero están esperando que lo hagan primero los grandes prestamistas. Eso se debe a que los préstamos extendidos a extranjeros ilegales en base a formas alternativas de identificación todavía no son vendibles en el mercado secundario, explicó.
  
Muchas de las ventajas económicas ofrecidas por los inmigrantes indocumentados se ven contrarrestadas por los costos sociales, observó Hanson. Los ilegales tienden a ser más pobres que los demás y es menos probable que estén asegurados, a la vez que tienen familias más numerosas, indicó. Todo eso impone presiones sobre los costos del cuidado de la salud para indigentes y sobre las escuelas públicas.
    
La educación pública es de lejos el mayor gasto, afirmó Hanson.
  
Los estados generalmente financian las escuelas sobre la base de los alumnos inscritos, y las escuelas no rastrean a los estudiantes por su situación de ciudadanía, dijo Allison Westfall, del Departamento de Educación de Idaho.
 
Sea como fuere, el número de estudiantes que hablan otros idiomas está creciendo. En 1997, el estado gastó 1,5 millón de dólares para ayudar a unos 11.000 alumnos a aprender inglés, dijo, en comparación con 4,8 millones para casi 21.000 estudiantes en el 2005.
  
Pero en definitiva, opina Cahoon, todo impacto negativo de la inmigración _ilegal y legal_ podría verse compensado por las oportunidades comerciales que ofrecen los inmigrantes.
    
Ahora mismo lo vemos como si realmente no tuviésemos mucha competencia, y ni siquiera estamos tanteando todo el mercado, ya que es enorme, dijo Cahoon. En el futuro, podrían surgir otras compañías aquí y allí. Cada vez más gente de negocios se da cuenta de que para sobrevivir necesita hacer esto.