Con la globalización y las migraciones, cada vez más matrimonios están formados por hombres y mujeres de culturas y etnias diferentes. A pesar de que esto puede resultar muy enriquecedor, a veces resulta todo un desafío.

Él es francés y ella es colombiana; ella es de Rusia y él de Japón; él es musulmán y ella es católica. Estos y otros tantos casos de parejas interculturales son cada vez más frecuentes en todo el mundo. Consecuencia de la globalización, que hace que muchos estudien, trabajen, viajen y migren por el planeta, los amores interculturales e interraciales nacen cambiando las costumbres de unos y de otros.

Es que se trata de todo un desafío. Uno más grande que se suma al de por sí difícil reto de formar una pareja. Aunque el amor sea grande entre el hombre y la mujer, la convivencia puede ser complicada y hasta estresante, más aún cuando cada uno llega al matrimonio con creencias, costumbres y pensamientos culturalmente diferentes. Si muchos matrimonios fracasan, los interculturales deben hacer un esfuerzo aún mayor para preservar su amor día a día.

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A veces este desafío está dado por factores externos a la pareja, como los amigos y las familias de ambos o la sociedad en la que viven, que pueden no estar de acuerdo en la unión de esa pareja interracial o intercultural e influir negativamente en la dinámica del matrimonio. En estas situaciones, los consejeros matrimoniales trabajan con las parejas para ayudarlos a entender que primero están ellos, que han decidido estar juntos y que tal decisión depende exclusivamente de ellos, sin importar el valor y la consideración que tengan por sus familiares y amigos.

Otras veces, las distancias culturales entre ambos son tan grandes y profundas que aunque se quieran mucho les resulta imposible llegar a un concepto consensuado de lo que quieren ser y hacer como familia. En estos casos, muchos de los profesionales que asesoran a estas parejas les aconsejan estimular el diálogo franco y abierto para que cada uno pueda discutir y comprender las necesidades y costumbres del otro. Si la relación está basada en el amor y en el respeto, la situación no es insalvable. Aunque el hombre y la mujer deban negociar hábitos y decisiones y aunque el proceso de asimilación lleve tiempo, podrán sumar al amor que se tienen las herramientas necesarias para hacer funcionar el matrimonio.

Además, podrán enriquecerse con la cultura del otro y crear, en el seno de la pareja, una nueva cultura, diversa, variada, propia y única. De esta forma, el fruto de su amor no sólo serán los hijos que deseen tener, sino un ejemplo de tolerancia, comprensión y riqueza.