La gente de Guayaquil organizó una de las movilizaciones más dignas y hermosas al protestar contra la corrida de toros, que habló bien del ser humano, no desdeñar la vida. El gesto y la actitud de ella en defensa de los animales en general, seguramente ha prendido en infinidad de personas y despertado en todos sentimientos que vivían en su interior; muchos sabían que un pueblo que ama y cuida a los niños y animales está salvado.

La marcha se hizo contra viento y marea, contra guardias pretorianos de los altos poderes, contra un espeso y extenso comunicado de la Municipalidad, contra una publicidad engañosa de los dueños del negocio, contra expresiones que resaltaban que los toros eran una tradición de la cultura de la ciudad, y que la fiesta brava contribuiría a que la urbe se convierta en un destino turístico; esto cuando lo que hay que conseguir es que Guayaquil no quede abandonado los días feriados.

Hemos rechazado la fiesta brava desde siempre, y reclamábamos de la importancia que se le daba a la de Quito, y entre otras apreciaciones anotábamos que cómo era posible que esas bellas y angelicales quiteñas aplaudieran emocionadas y alborozadas aquel demoníaco espectáculo, aquella innoble masacre, sangrante y sanguinaria.

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El hombre es el único animal que mata por deporte, y es peor todavía cuando mata delante de una multitud vociferante, delante de una multitud que ruge viendo al toro ahogarse en su propia sangre, luego de haber sido lanceado y humillado, y cae al fin sin comprender por qué mereció ese horroroso trato en medio de la euforia y del estruendo de cornetas y de oles, lejos de sus pastos y de sus llanuras.

La movilización fue como una regeneración y afirma nuestra cultura e identidad, es una regeneración del alma y del espíritu, que desde ya anuncia que en el futuro no se permitirán fiestas bravas en Guayaquil, allá si en otra parte los divierten. Lo que es aquí ya se ha planteado una posición que nos enaltece. Nosotros para concluir, recordamos a Rabindranath Tagore, que dijo: “No aplastes a una hormiga, que así como tú, ella también va a alguna parte”.

Luis Martínez Moreno
Guayaquil