Algunos ex trabajadores de la banca, militares y policías retirados que han recibido altas liquidaciones o indemnizaciones, herederos de pequeñas y medianas fortunas, empleados jubilados y receptores de las remesas de los migrantes están inmersos en una actividad conocida en el Ecuador como chulco. Los llamados chulqueros, quienes dieron en el 2004  el 12,89% de los préstamos en Guayaquil, Quito y Cuenca, prestan dinero a un interés mayor al permitido por la ley.

Don Coloma es un chulquero muy querido por los moradores del barrio Amazonas en Puyo, Pastaza. Los beneficiarios de sus préstamos se refieren a él en los mejores términos: “Es una persona humilde, sencilla, que ayuda a la gente cuando necesita plata, es buena gente”.

Uno de sus clientes, Washington Herrera, dice que ha podido montar un negocio de venta de helados con el dinero que le ha prestado “siempre” Don Coloma, un hombre viudo que por estos días se encuentra en el exterior y que, según sus vecinos, tiene en esta ciudad dos fincas, una casa heredada de sus padres y un rentable negocio de compra y venta de ganado.

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Sus préstamos van desde 500 hasta 1.500 dólares, con un interés mensual de hasta el 12%, contrario al interés anual del 13,43%, el máximo autorizado en el mercado ecuatoriano en todo crédito en instituciones financieras, cooperativas de ahorro y mutualistas.

Lo que hace que Washington Herrera prefiera pagar a Don Coloma 12 dólares mensuales por un préstamo de 100, en lugar de pagar 13,43 en todo el año a una institución financiera es la facilidad con que los chulqueros entregan el dinero:  de forma inmediata y sin pedir garantes (máximo joyas o electrodomésticos) ni trámites engorrosos.

Un chulquero es una persona dedicada a la “jugosa profesión de dar dinero en préstamo con una tasa de interés más alta que la permitida por la ley”, según el diccionario de ecuatorianismos de Carlos Joaquín Córdova. El término chulquero no existe en el Diccionario de la Real Academia Española.

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Los hay en todas las provincias, en los barrios, en los mercados y bahías, en las empresas públicas y privadas y hasta en grandes grupos de familiares, parientes y amigos.

En un recorrido  por localidades de diez provincias se revela que los prestamistas informales o chulqueros en su mayoría  son ex trabajadores de la banca, militares y policías retirados, herederos de pequeñas fortunas; jubilados y receptores de remesas de migrantes.

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Una encuesta realizada a inicios del 2004 por la Facultad Latinoamericana de Comunicación Social (Flacso) indica que el 12,89% de los créditos o préstamos solicitados en las ciudades de Quito, Guayaquil y Cuenca se hicieron a prestamistas informales o chulqueros.

Esa misma investigación refiere que la falta de cultura del ahorro (apenas el 30% de los encuestados) motiva el endeudamiento ya sea con entes formales o chulqueros.

Además, señala el analista económico Marco Restrepo, la inestabilidad financiera del país desde el caos bancario en 1999, hace que las personas acudan a los chulqueros.

“El chulco es un gran negocio, quienes viven de esto son los más grandes estafadores”, agrega el economista Víctor López, ibarreño,  quien advierte que el descontrol del chulco puede crear cierto pánico en el sistema financiero”.

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Garantías y facilidades
Tres o cuatro chulqueros caminan a diario entre los pasillos de los locales del mercado artesanal de Guayaquil, en las calles Baquerizo Moreno y Juan Montalvo. Algunos ofrecen créditos de 500 o 1.000 dólares; otros cobran los intereses por los préstamos hechos a los comerciantes, a quienes no han exigido letras de cambio ni prendas.

“Solamente con conocer el local es suficiente. Por cada 100 dólares el chulquero cobra diariamente el 10%, pero no en un mes sino en 25 días”, dice Bolívar Chimbo, dirigente de los artesanos. En los mercados Central y Santa Clara de Quito basta preguntar por ellos para que cualquier vendedora revele cómo operan. Las “caseras” (como se denomina a las indígenas que venden víveres) saben que por los altos intereses “no es bueno endeudarse con ellos”.  En Santa Clara, doña Anita, doña Blanquita y don Kléber son conocidos por la mayoría de los vendedores del mercado. Prestan desde 100 hasta 1.500 dólares; al 5% o al 8% mensual y  pasan a diario “sin falta” cobrando las deudas.

El cobro diario de los intereses es frecuente en mercados como el Santa Teresita, en las calles 30 y El Oro, en el suburbio oeste de Guayaquil, donde los vendedores saben que pueden acudir a Don Cevallos o a Jimmy si necesitan dinero.

En Riobamba, los chulqueros más conocidos son los Falconí, Brito, Vallejo, Merino, Bonilla, Chávez, Santamaría, Chacha, Fierro, Mayancela, Pazmiño y otros, quienes viven acomodadamente y poseen carros de lujo, tienen edificios, fincas, haciendas y complejos vacacionales. “En cambio otros chulqueros por su avaricia ni siquiera viven decentemente”, dice María Ruales, vendedora de frutas, quien paga diariamente 25 dólares a un usurero de apellido Bonilla.

En Ibarra, varias personas aseguran que un chulquero, propietario de un restaurante, posee en los patios de sus casas gran cantidad de vehículos que fueron dejados como prenda o garantía del préstamo.

Dependiendo de la cantidad, si prestan 100 o 500 dólares, los electrodomésticos y joyas son bien recibidos;  pero para préstamos de 1.000 dólares y los que superan los 3.000 dólares, las letras de cambio y escrituras públicas de bienes inmuebles son las más utilizadas.

En esta y otras ciudades el chulquero es visto como el “redentor” que saca de apuros.
En Santo Domingo de los Colorados, Juan acudió a un chulquero y le entregó el martes como prenda unas joyas con tal de recibir 30 dólares que necesita para atender un problema renal de su hijo. Al cabo de un mes deberá pagar 3 dólares de interés. Él piensa pagar la deuda en ocho días, aunque el interés sea el mismo.

Altos intereses y amenazas
En un barrio del suburbio oeste de Guayaquil, la mayoría de vecinos conoce a Yolanda, una chulquera de unos 50 años que presta dinero y que cobra de interés el 20% mensual. Si el cliente paga antes, no importa, el porcentaje de su ganancia es el mismo y además está asegurada, pues ella no da el efectivo mientras no recibe una prenda.

“Una vez terminé pagando el doble del capital, me arrepentí, pero de todas formas he vuelto con ella, porque nadie más quiere prestar plata”, refiere Antonio, un vecino.

En los barrios, especialmente en tiendas, los moradores aseguran conocer a chulqueros que viven en sus manzanas. El interés varía del 5% al 20%. María Guano, en  Guasmo norte de Guayaquil dice que en el sector donde  vive hay quienes incluso cobran el 23% mensual.

En el recinto Los Quemados del cantón Daule, el chulco lo ejecuta el  dueño de una piladora, donde cada mes de mayo, Raúl, un agricultor, presta 500 dólares para sembrar una cuadra de arroz, que se produce en cuatro meses. Cuando cosecha  paga el 10% por cada mes.

José, un comerciante que inició un negocio de productos lácteos con el dinero prestado a un chulquero, se queja porque “si nos pasamos del plazo para retirar el capital, nos suben el interés mensual del 10 al 12 y hasta el 15% más de lo pactado”. Además, él cree que los prestamistas informales a su vez depositan en otras cuentas el dinero que pagan los clientes.

Colombianos en motos
Algunos refugiados colombianos y emigrantes son los principales chulqueros entre los 800 comercios informales de Chone, Manabí.

Vistiendo pantalón corto, camiseta y zapatos deportivos, Julio, un colombiano que presta dinero, recorre en una moto las calles de Chone, cobrando los intereses del dinero prestado a sus clientes, especialmente a pequeños y medianos comerciantes. Recauda diariamente cerca de 2 mil dólares.

Cuando empezó con el negocio lo hizo a pie, luego se compró una bicicleta, actualmente se moviliza en moto y planea comprarse un auto.

“Nosotros tratamos de ganarnos los dólares honradamente. Prestamos dinero a las personas que lo necesitan y le cobramos con la modalidad gana diario, con el 20% de interés”, dice Julio, de 35 años.

Johnny Zambrano le contaba esta semana a un pariente que se estaba envejeciendo solo de pensar que tenía que pagarle diariamente dinero a los colombianos.

En Babahoyo, Los Ríos, la modalidad aplicada por los colombianos también es frecuente. Un hombre que no quiso identificarse dijo que su esposa pidió prestado 3.000 dólares, pero los intereses la estaban consumiendo, tanto que el cónyuge decidió buscar a los chulqueros y negarse a pagar el interés, de lo contrario amenazó con demandar a los prestamistas, por lo que ellos les devolvieron las prendas.

En Tulcán, los colombianos no solo entregan dinero a los negocios sino también directamente en las casas. Así le pasó a Marjorie mientras estaba en su vivienda ubicada en La Tolita, al sur de la ciudad. “Yo no acepté porque les tengo miedo a ese tipo de negocios, pero en mi barrio, cuatro vecinos aceptaron el negocio”, dijo Marjorie, de 32 años. Uno de sus vecinos no pudo cumplir, por lo que se escondió de los prestamistas; sin embargo, cuenta Marjorie, “ellos lo buscaban, sabían que se les estaba escondiendo. Una mañana aparecieron rotos los parabrisas del carro de mi vecino. Todos supimos que fueron ellos y mi vecino tuvo que hacer otro préstamo para pagar porque se sentía amenazado”, dijo la mujer.

El chulco es un negocio que a veces puede afectar a los prestamistas, como ocurrió en Quito, cuando una mujer pidió a una prestamista 5.000 dólares. La chulquera no exigió letras de cambio o prendas y resultó perjudicada pues la mujer usó el dinero para migrar a España.

TEXTO: Marjorie Ortiz, Marcia Barzola, Paulina Escobar, Sandra Ochoa, Juan Bosco Zambrano, Manuel Toro, Carlos Armas, Yaco Martínez, Flor María Ludeña, Víctor Hugo Cevallos, Marcelo Gálvez, Antonio Medrano.