Jaime, un ingeniero agrónomo, lleva cerca de diez años dedicado al chulco, pero él prefiere llamarse prestamista. Pese a que cobra un interés del 10%, dice que la actividad que ejerce, aunque ilegal, es beneficiosa “porque ayuda a superar emergencias a quienes no tienen dinero” y lo que más recuerda es la madrugada en que una madre pudo acceder a la atención  en una clínica donde no la recibían por falta de recursos económicos.

Hoy su clientela ha aumentado. A diario labora en una estación de buses del noreste de Guayaquil. Ahí, sus mejores clientes son los conductores, quienes habitualmente le prestan 100, 200 y hasta 300 dólares. Entre ellos está Leoncio, quien percibe unos 15 dólares diarios por su trabajo, lo que no es suficiente para mantener a su esposa y tres hijos, por eso es uno de los “mejores clientes” del chulquero. “Con él soluciono muchos problemas económicos, aunque el interés es alto, pero qué puedo hacer si no hay otra opción”, dice.

Jaime asevera que  para él cobrar el 10% no es usura. Y  cuenta que cuando ve que su cliente está “pataleando” (no tiene cómo pagar” y se “cae” (entra en mora) le condona los intereses. “El prestamista debe ser humano y no despiadado y usurero. En ese rol entra quien remata de inmediato prendas de sus deudores”, expresa Jaime.

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En otro sector de Guayaquil, cerca del Guasmo Sur, está Camilo. Es un comerciante que comenzó en el chulco sin pensarlo. Dice que él era “sencillero” (vendedor ambulante). Le iba bien en el negocio y un día, mientras estaba en la estación de buses donde trabaja hasta hoy, se le acercó el propietario de un vehículo para solicitarle un préstamo, porque su unidad había sufrido un daño mecánico.

Cuando le ofrecieron pagarle un interés del 10%, él accedió. El “cliente” quedó bien y luego vinieron otros más a quienes no les importó pagar el 10 y hasta el 12% que él cobra. “Es poco lo que me gano”, dice y explica: “Es que a los choferes siempre les presto poquito (20, 50 o 100 dólares). Por eso me pagan 2, 5 y 10 dólares por mes, pero de algo hay que vivir. Por eso me mantengo aquí”.

Cerca de él está Nelson, uno de los conductores, que se une a la conversación y, sin dudarlo, interrumpe para expresar que cuando necesita dinero acude a Camilo porque no hay dónde  prestar sin complicaciones. Él cree que si va a un banco pierde tiempo y además corre el riesgo de que le nieguen el préstamo, por eso no le importa “mantener” al chulquero.