Bandas de reclusos peligrosos, de menos de 30 años de  edad tienen el poder para extorsionar, golpear, violar y también para matar dentro del penal, donde hasta el 2005 ha habido 27  muertos.

En la tarde del 21 de noviembre volvió el caos a la Penitenciaría del Litoral: cuatro reclusos fueron muertos, cinco más quedaron heridos, al igual que cinco policías y tres guías.  Días más tarde otro de los detenidos heridos también murió. 

Aquel fue el decimoquinto hecho violento durante este año en esta cárcel, que sumando lo que ocurrió en los anteriores deja un saldo de 27 reos muertos y al menos 50 heridos, según fuentes penitenciarias, al igual que 7 policías y 3 guías en este periodo.

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La penitenciaría se convirtió en un escenario de sangre donde no han contado las siete requisas de armas efectuadas este año en este centro con capacidad para 1.100 internos y que hasta hoy alberga a 3.974.

¿Qué pasa con los controles? El ministro de Gobierno (e), Galo Chiriboga, admite que las medidas para mantener el orden han sido ineficaces y que el penal está en manos de grupos de poder dominados por los internos que manejan adentro el negocio de la droga y el alcohol. Mientras, el subsecretario y presidente del Consejo Nacional de Rehabilitación Social, Ricardo Rivera, atribuye estos hechos “al clima de violencia” que en su opinión ha dado paso a un tipo de delincuente con características más peligrosas.

Los familiares de las víctimas del último incidente y algunos detenidos dicen que ahora el control de este centro lo tiene la Policía. Sin aceptarlo, el comandante de Policía del Guayas, Víctor Cózar, dijo que “supuestamente” uno de sus subordinados podría ser quien inició los incidentes.

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¿Por qué hay agentes de la Policía transitando por los pabellones del reclusorio? Carlos Luis Tamayo, quien asumió la dirección de la Penitenciaría del Litoral en julio pasado, tras el asesinato de quien ocupaba ese cargo, Eddy Henríquez, indicó que ante la falta de guías pidió a la Policía el redoble de la vigilancia en el perímetro del reclusorio y en el edificio de la dirección, “para evitar otros hechos violentos, fugas y el ingreso de licores y droga”.

La violencia no ha cesado. Durante su administración se han registrado nueve incidentes y los presos continúan manejando armas. “Hay ‘caletas’ (hoyos en pisos y paredes) sofisticadas, que son  donde (los presos) guardan las armas. Es difícil encontrarlas sin detectores de metales y con luz insuficiente en los pabellones”.

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Hasta hoy el reforzamiento policial ha sido elogiado por unos y cuestionado por otros.
Desde hace algo más de un mes el capitán de Policía René Peralta ha pasado a ser el personaje más detestado y criticado por los reclusos. Ellos y sus familiares lo acusan de represión y de manipular al director de la Penitenciaría.

Empleados de la institución, que por temor prefieren no identificarse, dicen que con la incursión policial se ha retrocedido cinco décadas. Pero admiten que era necesario, pues el control de ese penal se les escapó de las manos a las autoridades de rehabilitación.

Las mafias al interior
Reos con un promedio de edad inferior a los 30 años actúan como líderes en medio de la sobrepoblación y otros problemas de esta cárcel. Ostentan un poder por el que matan, extorsionan, violan y  distribuyen  drogas y alcohol.

Hoy el grupo más fuerte es el que hasta aquella tarde del 21 de noviembre lideró Washington Torres Cabezas, entonces preso por asalto, robo e intento de asesinato, y que ese día falleció en la revuelta.

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Hasta antes de su deceso, Torres era uno de los más temidos en el penal. Había alcanzado el poder después que, con fusil en mano, en marzo pasado, lideró la huida de 16 reos de la cárcel. Cuando fue recapturado, a fines del mismo mes, y volvió, era visto con temor. Su banda la integraban más de 80 miembros, y los reclusos dicen que tenía el “poder” en la distribución de drogas y alcohol en 9 de los 17 pabellones del reclusorio.

Entre sus principales seguidores y subalternos están detenidos de entre 23 y 28 años, como Kléver Poveda (a) Metralla, José Rivero (a) Negro Chiqui y un presidiario  conocido como Pichi.  Ellos extorsionan a los recién llegados a la cárcel: a los ecuatorianos les piden hasta 500 dólares, y a los extranjeros les exigen 3 mil.

El centro de operaciones de esta banda es el pabellón de Renacimiento, donde hay 250 detenidos aproximadamente e ingresan grandes cantidades de droga. ¿Cómo superan el control de las puertas? Los distribuidores afirman que, por ejemplo, miembros de la Policía les cobran hasta $200 por cada kilo de cocaína que se ingresa y los guías, igual cantidad. Tamayo y el coronel Cózar, niegan esas versiones.

La mayoría de crímenes han ocurrido en un espacio conocido como la “frontera”. En ese lugar comienzan las peleas por ganar terreno en la distribución de la droga, porque ahí aparece la banda de Los Rusos, conocida así porque cuatro de sus miembros son los hermanos Naranjo, hombres de tez blanca y corpulentos. Ese grupo era liderado por los hermanos Quevedo, Bolívar y Carlos, fallecidos en este año.

Pero hoy, que incluso el sobrino de los extintos, conocido como Cali fue trasladado a Quito, los Naranjo intentan tomar la dirección de la banda. Ellos mandan en cuatro pabellones del penal, donde también extorsionan a los reos.

Sus principales rivales son Los Trejo, cuyo líder es Emilio Trejo (a) Negro Emilio, quien está en una celda especial junto a Álex Quinto (a) Bobo Álex y Édison Morocho, de la banda  Los Silverados.