Ni el sistema de calificaciones ni el de cuotas son mecanismos infalibles, y ambos se prestan fácilmente para cometer errores. En cambio el apasionamiento que se demostró estos días, con gritos y amenazas ante funcionarios extranjeros y medios de comunicación, inevitablemente hacen suponer a muchos –con razón o sin ella– que algo se esconde detrás.

Haber transmitido esa espantosa impresión es el mayor daño que se le pudo haber hecho al proceso.

Quizás ayude, para flexibilizar las posturas actuales, que recordemos que la Corte que se anunciará el 30 de este mes será muy frágil, sin importar el método que se utilice para designarla. Un país que en menos de doce meses habrá tenido tres cortes supremas, no podría jactarse en ningún caso de contar con instituciones judiciales sólidas.

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De tal modo que aquellos integrantes del Comité que quieran mantener una postura inflexible para conseguir un puesto más, quizás se estén esforzando en vano, porque si los nuevos jueces no demuestran, entre todos, que de verdad son independientes, esa cuota por la que hoy algunos se pelean, se derrumbará y arrastrará consigo al resto de la institución.