La falta de ingresos en el hogar obligó a Rocío Cordero Yánez, de 34 años, a abrir su propio negocio en casa.

Aunque empezó con un local de venta de víveres, hoy gracias a un préstamo inicial de $ 300 de la microfinanciera Espoir (organización privada que trabaja con sectores urbano marginales del país) readecuó gradualmente su negocio hasta diversificar sus servicios.

Con los siguientes créditos, hasta llegar a los $ 1.000, Cordero pudo invertir en la compra de otro tipo de mercadería como lencería y cosméticos para comercializarlos en un bazar.

Publicidad

Para esta ama de casa la experiencia de convertirse en una microempresaria le ha significado que su familia la considere “como uno de los principales pilares económicos de la casa”.

“Emprender un negocio me hizo sustento de mi hogar. Creo que uno tiene las herramientas suficientes para trabajar, aunque no haya muchos recursos. Es cuestión de tomar la decisión”, manifestó Cordero.

A diario percibe en su local un promedio de $ 300 y sostiene que una de sus principales metas es abrir otro local. Paola Bernal, de 28 años, moradora de la ciudadela El Recreo, del cantón Durán, también planifica expandir su comercio.

Publicidad

Desde hace un año mantiene una ferretería que le ayuda a solventar los gastos de su familia.

“Estoy en un banco comunal en el sector donde vivo. Con un crédito de $ 300 aproveché y mejoré mi negocio y un poco mi vivienda. Por el momento mi local registra ingresos de entre $ 100 y $ 200 diarios”, comentó.