Usted que es varón y que empezó a leer este artículo, acompáñeme, pues deseo compartir un e-mail que recibí. En resumen dice: “a los hombres, en general, les da vergüenza o temor tareas con cierto o mucho grado de conflictividad y para hacer esas tareas ponen a una mujer; en la actualidad hay dos casos, el de la Dra. Alejandra Cantos y el de la señorita que soporta los insultos en la terminal terrestre… creo que la mujer no está para ser sometida a ganarse el odio de la gente por hacer esas tareas”.

Con esta introducción nos queda poco espacio, así que iré al grano sobre algunas formas de violencia.

Si una mujer va por la calle y su silueta al caminar hace son con el meneo de sus pasos, usted señor, ¿la desviste con su mirada o aprecia discretamente lo que cree que es belleza? Si contestó afirmativamente lo primero, le pregunto: ¿ha invertido 2 segundos de su tiempo en imaginarse lo que ella, al darse cuenta de su conducta, piensa de usted? Tenga la seguridad de que no será nada bueno y si hace el esfuerzo de llamar la atención, peor. Tal vez piense que no le interese lo que opinen de usted, hasta ahí tiene razón; pero sí debe de preocuparle hasta qué medida ese tipo de mirada invade la esfera privada de un cuerpo ajeno. Y, por favor, no conteste pensando que “¡si no quieren que las miren, que vistan de otra manera!”, porque, por segunda vez, estaría violando el derecho a ser libre de su prójimo. Ella, la mujer, recuerde, es su prójimo.

¿Y en lo laboral? Si dos personas tienen la misma formación académica y talento, una es hombre y la otra mujer, ¿se les dan los mismos beneficios de un contrato? O pensarían: tal vez resulte mejor firmarlo con un varón, pues este no da a luz, no se le enferman los hijos o no son emotivos y por ello rinden más. Si prefiere no conteste ahora, piénselo y descubra cuánto de cierto hay en sus criterios de selección para decidir quién es mejor.

Mientras piensa, me permito recordarle que no somos mejores ni peores que los hombres, sencillamente distintas en la forma de expresarnos en la sexualidad, en las relaciones, en el amor y en el trabajo, pero iguales en dignidad y en derechos.

En muchas mentes masculinas hay estereotipos y mientras sigan allí, no tendrán vigencia leyes que invocan igualdad. Pero, usted señor, reciba mi consejo, antes de repasar esas leyes a la no violencia, y si desea enterarse qué constituye agresión a la mujer, pregúntenos sin temor a ser atacado, ya que las mujeres nos caracterizamos por ser capaces de ejercer el derecho a la ternura y a los afectos sin perder el profesionalismo. Tal vez sea por eso, como dice el autor del correo, somos llamadas a hacer los “trabajos duros” que implican reconstruir la esperanza y limpiar la podredura que dejan por ahí algunos varones que creen que el honor lo llevan expuesto en un lugar muy distante del corazón.