En su enfermizo delirio por extender su cesarismo más allá de las fronteras venezolanas, el presidente Hugo Chávez ha tildado de “cachorro” al presidente Fox por su defensa del proyecto impulsado por Estados Unidos de crear en nuestro hemisferio una zona de libre comercio (ALCA). Fox lo ha hecho en vista de los éxitos alcanzados por México dentro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) y por su convicción de que ese es el camino apropiado para la región.

Que Fox sea un “cachorro” de Washington es una simplificación propia de un demagogo. La decisión de México de ingresar al Nafta, los años que tomaron las negociaciones hasta su culminación en 1994 fue el trabajo de varios gobiernos. Fueron decisiones consensuadas por todo el espectro político mexicano, incluyendo la izquierda. Ninguno de los candidatos con más opciones a sucederle a Fox el próximo año se le ha ocurrido plantear abandonar el Nafta.

Hay buenas razones para ello. Desde su entrada en vigencia, México ha visto caer su inflación, incrementar sus reservas y disminuir el desempleo a niveles históricos. En 1994, México exportaba unos 35 mil millones de dólares. Para este año llegará a 200 mil millones. La inversión extranjera ha crecido enormemente.
El Nafta no ha sido el paraíso, obviamente. Ningún convenio como este puede garantizar que nadie pierda algo. Eso no existe.
Lo que importa es el impacto en el conjunto de la economía. Y en ese sentido el Nafta sí ha creado condiciones para un desarrollo de México que era impensable hace dos décadas cuando el país seguía secuestrado por una oligarquía política y una ideología nacionalista. No muy diferente ha sido el caso de Chile.

Como todo necio, a Chávez esta realidad le molesta. Cree que el camino que debemos seguir es el suyo: una dictadura política y un Estado omnipresente. Un camino por el que ya transitó Latinoamérica y que la condujo a abismos y callejones sin salida: déficit fiscal, inflación, desempleo, falta de competitividad. Pero sus cachorros piensan lo contrario. Así, hoy exigen que el Gobierno ecuatoriano no firme el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, y que ni se mencione el ALCA. En una economía dolarizada y siendo Estados Unidos nuestro principal socio comercial, y de paso con una balanza comercial favorable a nosotros, las ventajas del TLC y ALCA superan ampliamente el proyecto de integración del que Chávez habla. Pero como agradar a Chávez y a su escuela está por encima de los intereses del Ecuador, esta gente ha levantado su voz ahora en contra del TLC.

Son las mismas voces que han hecho que hoy dependamos de Colombia y Perú en materia eléctrica, y que los ingresos petroleros sirvan para importar combustible y no para la educación. Es la misma canción que ayer la cantaban los uniformados aduciendo la seguridad nacional y que ahora la entonan los cachorros de Chávez. Y en medio de esta verborrea sigue el Ecuador tan aplastado como perdido.