Se ha vuelto a pronunciar la cúpula financiera del mundo en el sentido de que no estamos calificados para que nos condonen la deuda externa. No somos suficientemente pobres para ser incluidos en la lista de los países donde el pan es más esquivo, el trabajo más difícil de hallar y el techo propio es una ambición inalcanzable.

Seguramente influye para nuestra no inclusión en la lista de la extrema miseria la circunstancia de que la naturaleza ha sido pródiga, aunque su aprovechamiento es deficitario, pues no se halla a la altura de los países en desarrollo.

Según detallan las estadísticas, somos casi exclusivamente exportadores de materias primas: petróleo, flores, camarones, banano, atún…, como si no hubiéramos superado el primer escalón de las exportaciones. Mientras la mayoría de los países de América Latina ganan el valor agregado a los productos naturales, el nuestro sigue sembrando, cosechando y exportando como en los días de san Cuchufú.

En esta historia debe tomarse en cuenta la exportación que crece con mayor fuerza: la emigración hacia los países de la quimera dorada de Europa y Norteamérica. Con la grave circunstancia de que quienes abandonan el Ecuador para buscar el pan de cada día son jóvenes con preparación para laborar en campo muy amplio.

Muchos ciudadanos, especialmente del Austro, dan testimonio de este obligado exilio: la casi totalidad de su población está integrada por mujeres, niños y ancianos. Los agrios frutos del exilio son conocidos por todos. La familia rota en su espina dorsal por la ausencia de los padres. Y pare de contar, pues no hace falta. Cabría aquí una pregunta impertinente: ¿Hacia dónde vamos en esta carrera forzada en la que se ignora el itinerario?

Puestas las cartas sobre la mesa, el hombre multitud se pregunta si un país como el nuestro puede ser calificado como rico a pesar de que es solo productor y exportador de materia prima, entre la cual se incluye a ciudadanos obligados a emigrar.

¿Es honesto insistir en el pago de la deuda externa, aunque crece día tras día la lista de los hombres, mujeres y niños que pasan de la pobreza a la indigencia? En ese contexto pesan tal vez las estadísticas de la Unicef que señalan que el 70% de los ecuatorianos son pobres y el 30% son indigentes.

Los señores banqueros del FMI deben cambiar los parámetros utilizados para resolver sobre la condonación de la deuda externa.
Lo más justo sería exonerar del pago a los países del Tercer Mundo que hayan cubierto en intereses y otros “servicios”, cifras varias veces mayores que las recibidas en calidad de préstamos.