La semana pasada se divulgó un video aficionado donde quedó registrada la paliza que propinó un grupo de jóvenes a un compañero. Las imágenes de los menores agresores y del agredido estaban manipuladas digitalmente de forma que no pudieran ser identificados. Todo, como debe ser.

Es impresionante cómo, en este caso en particular, los canales de TV y sectores de  la prensa han tratado el caso con total pulcritud y un extremo cuidado. El apelativo más usado es “alumnos de un prestigioso plantel educativo”. Nada de nombres de los alumnos (como debe ser). Y menos aún, el nombre de la “prestigiosa institución educativa”. También, como debe ser. Impresionante: toda una lección de cómo se debieran manejar siempre estos casos públicamente.

Lo único malo es que las cosas cambian radicalmente cuando se trata de una institución educativa fiscal o de una privada no tan poderosa como la involucrada en los vergonzosos hechos de violencia juvenil. Ahí sí no importa hablar del Mejía, o de la escuela tal. Es cuando, el tratamiento tan cuidadoso en este caso adquiere un sabor a hipocresía, a doble estándar para medir los hechos.

Publicidad

Y queda la sensación de que finalmente no es que exista una política de proteger a los menores y a las instituciones donde se educan, sino un temor reverencial a la “prestigiosa institución educativa”.

Algunos ejemplos del descuido
El 4 de noviembre, aquel viernes que no se incluyó en el último feriado, el de Finados y Cuenca, la gran mayoría de planteles educativos del país decidió dar vacaciones a sus alumnos. Esa noche, en los noticieros se presentó un recorrido con  cámara de por medio por algunas instituciones educativas donde se constataba si habían trabajado o no. En el noticiero nocturno de Ecuavisa se presentaron imágenes de la Universidad de Guayaquil, Católica y de un jardín escuela particular Dr. Alberto Riera López, como algunas de las que deliberadamente no tuvieron actividades.
¿Por qué mostrar las imágenes de una escuelita y hacerlos quedar como “vagos”, cuando casi todos los planteles no habían trabajado? Las autoridades del jardín de infantes solo tienen una explicación: la cercanía con el canal.

Un pequeño ejemplo que demuestra el descuido con el que se opera. Cuando se trata de  escuelas y colegios fiscales, las cosas son aún peores: En incontables ocasiones se ha visto a las cámaras de TV introducirse en las aulas y patios de los planteles para hacer tomas indiscriminadas de los menores, acusar a los profesores de violaciones, emitir los golpes que los padres de familia propinan a un maestro cuestionado. Recordemos lo que sucedió con un plantel donde hubo una desgracia con arma de fuego. La campaña que se montó…

Publicidad

¿Se debe revelar el nombre de la “prestigiosa institución educativa” de Quito? Por supuesto que no; pero ojalá ese tratamiento que ahora suena a privilegio, se convierta en la norma.