La principal medida de política económica está a la vuelta de la esquina, pero los dirigentes políticos, económicos y sociales del país no se han dado por enterados. La decisión que se tome sobre el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos será no solamente el paso de mayor importancia de los últimos veinte años, sino seguramente el de mayor trascendencia para las próximas cuatro o cinco décadas. Como que esto no fuera parte de su realidad, del aquí y del ahora, quienes deben tomar las decisiones se entretienen debatiendo el adjetivo que le pondrán a una asamblea que no saben si algún día se convocará para hacer unas reformas que nadie ha dicho sobre qué tratarán. Lo único visible sobre el tema en estos días son las manifestaciones indígenas, pero estas tampoco constituyen un indicio de debate o del más mínimo intento de analizar los aspectos positivos y negativos que tendría la firma del tratado. Son tan solo una forma de interpretar TLC como Todo Lo Contrario, pero ahí no hay una propuesta alternativa que pueda señalar, aunque sea borrosamente, las ventajas y desventajas de tener el acuerdo o de quedar fuera de él.

La disyuntiva no está en firmar o no firmar, sino en contraponer la situación con TLC a la situación sin TLC. Tanto la una como la otra suponen riesgos y encierran amenazas, de manera que la decisión podrá ser acertada solamente si se ha derivado del balance de las dos alternativas. Pero, antes de hacerlo hay que recordar que con firma o sin firma, la realidad será diferente a la actual. Es probable –aunque no es seguro– que sin el acuerdo no tengamos que competir con productos altamente subsidiados y que nos libremos de los transgénicos. Pero es no solo probable sino absolutamente seguro que tampoco existirán las preferencias arancelarias que están vigentes ahora y es así mismo indudable que el comercio con Colombia y Perú tomará otros rumbos en cuanto ambos países firmen el tratado. Además, siempre será necesario contar con los instrumentos jurídicos de alcance internacional que regulen los temas de propiedad intelectual. Por tanto, quienes tienen la responsabilidad de decidir si el Ecuador se integra al tratado o queda al margen de este, debieron establecer previamente las condiciones en que va a desempeñarse el país en todos y cada uno de los temas que están en juego. Dicho de otra manera, era necesario que a estas alturas de las negociaciones supiéramos con claridad cuál es la vía que se ha escogido para permanecer con un mínimo de probabilidades de supervivencia en el mundo globalizado.

Alguien dirá que todo se puede arreglar por medio de la apertura de mercados alternativos, ya sea en Europa o en Asia. Muy cierto, pero eso era necesario iniciarlo hace unos diez años y no como esfuerzos individuales sino como estrategia del país.
Además, después de la experiencia con el TLC –en la que apenas se salvan algunos integrantes del equipo negociador– eso puede sonar como un pequeño toque de humor negro.