Un joven sale de su casa para divertirse con unos  amigos, en el camino es asaltado por  pandilleros que mantienen el miedo en el sector, tras resistirse a entregar sus zapatos es asesinado en el acto; tenía 23 años. Un hombre que reparte panes es atracado cuando hacía su trabajo, luego de negarse a entregar su bicicleta le arrebatan la vida brutalmente.

Tenía una familia que cuidar. Una señora abandona el banco y es despojada de su dinero al tomar un colectivo; eran los ahorros de toda su vida. Un empresario retira una fuerte suma de dinero para pagar los sueldos de sus trabajadores, en compañía de un caballero y de su madre; el trágico final fue de tres delincuentes muertos, dos heridos y la pérdida del capital.

No puedo concebir la idea de perder la vida por un par de zapatos o una bicicleta, que una señora exponga su existencia en un transporte, que un empresario arriesgue su vida, la de su amigo y hasta la de su madre en las calles de la ciudad. No son solamente faltas de prevención y sentido común, es también una irresponsabilidad con nosotros mismos y con las personas a las que nos debemos. Alguien nos espera en algún lado, es algo que tenemos que recordar siempre.

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Los bienes materiales son recuperables, aunque cueste conseguirlos; la vida sencillamente es única, invalorable, irrepetible, nada se compara a la aventura de la vida. Debe ser un valor que se inculque desde la niñez para aprender a quererla.

Quisiéramos vivir en un lugar tranquilo y seguro, rodeados de garantías, protección, resguardo, confianza a ciencia cierta; alejados de los robos,  extorsiones,  secuestros express, de los delitos; pero esto no es posible, siempre habrá los riesgos, producto de la convivencia entre otros hombres y mujeres, el medio que nos rodea, las desigualdades sociales y la naturaleza humana.

Mientras la sociedad y el ciudadano piensen que la seguridad no es su responsabilidad, mientras vivan en medio de ingenua confianza, arriesgándose innecesariamente, exhibiendo riqueza, rodeados del descuido y una absurda imprudencia, nunca podremos mejorar nuestra calidad de vida. Convencido estoy de que siete de cada diez delitos pudieron haberse evitado en esta ciudad, con un poco de prevención y sentido común.

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Tnte. Enrique Villamar
Mendoza
Guayaquil