Como muchos ecuatorianos que vemos lo que  sucede en nuestro país, leo con mucha preocupación  lo que se publica en la prensa de estos últimos días y pienso: ¿Hasta cuándo aguantaremos este vendaval sin que nos llegue la hecatombe y nos pulverice?

Solo lo de mayor envergadura lo resumo en los siguientes puntos:
Un honorable notario fallece intempestivamente y se destapa un escándalo mayúsculo: en forma paralela a su función de notario y ministro de fe se desempeñaba como ‘prestamista’, captando dinero del público y ¡pagando el 10% de interés mensual!

Me hace recordar esto a lo que pasó hace un tiempo  con un banco local que también captaba dinero con intereses mucho mayores que lo que establece la ley.

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¿Qué pasó en ambos casos? Exactamente lo mismo. ¿Y las autoridades reguladoras? ¡Bien, gracias!
Como si esto fuera poco, los perjudicados asaltan las oficinas del antes benefactor, roban todo lo que pueden, participan del festín, incluso uniformados en un desmadre total y... nuevamente, las autoridades, ¡muy bien, gracias!

En otra actitud que rompe todas las barreras: profanan la tumba del benefactor, sin que ninguna autoridad lo impida, abren la urna y con un palo le pinchan la cara... ¿para qué? ¿Para constatar que estaba muerto? ¡Qué horror!

Aparece en los diarios una carta del señor Ministro de Gobierno dirigida al Presidente del H. Congreso Nacional, de casi una página, jugándose la última carta y responsabilizando a la clase política de lo que pase en el país luego de que el Gobierno hizo lo posible por consultar al pueblo qué es lo que quiere para sacar al país de la situación caótica en que se encuentra. ¿Qué vendrá ahora?

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¡Que los hechos nos cojan confesados!

Iván Ramos Guldemont
Guayaquil

La Constitución Política de la República garantiza el derecho a la seguridad, a la tranquilidad, conforme a principios de equidad, universalidad, solidaridad, calidad y eficiencia, para eso están ciertas instituciones,  una de ellas es la Policía Nacional. ¡Pero qué sorpresa! Vemos reportajes televisivos cuando elementos de esa entidad saqueaban los dineros de los ecuatorianos que habían confiado en  José Cabrera Román, notario Segundo de Machala. ¡Qué vergüenza! De seguro  la noticia recorrió el mundo, el próximo año estaremos de punteros entre los países más corruptos, ahora con la institución que debería dar ejemplo a los conciudadanos, a los jóvenes y  niños.
Volveremos a escuchar el mismo justificativo: “Es un hecho aislado”, aparentemente no ha pasado nada y todo vuelve a la normalidad, pregunto: ¿Entonces en qué confiar?

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No es un hecho aislado, tenemos varios casos: como el de los policías judiciales activos que fueron descubiertos con antecedentes penales, entre los que recuerdo; ¿qué otras pruebas necesitan los investigadores o acaso resulta que encubren a sus compañeros para que sigan cometiendo  errores? Estos elementos deben ser separados  y puestos a órdenes de la justicia común, porque es el prestigio de la institución; es un acto flagrante y no necesita prueba alguna.

Hugo Rodríguez Reyes
Santa Elena