No hay la intención de hacer una exhaustiva reseña histórica y es probable que me olvide de algún antecedente, pero cabe recordar que en el Ecuador las comedias teatrales como la de Don Evaristo o la del Indio Mariano tuvieron su espacio en televisión y se pueden ubicar como precursores de la comedia costumbrista televisiva. Sin embargo, como queda dicho eran básicamente traslaciones de piezas teatrales.

En la década de los ochenta se introduce la comedia de situaciones, la sit com, que unida al carácter costumbrista anterior, da por resultado series de tanto éxito como ‘Mis adorables entenados’ y ‘Dejémonos de vainas’. El primero con amplia sintonía en todo el país, el segundo de impacto en Quito y la Sierra del país.

Sin embargo, el mantener viva una comedia  conservando su calidad y renovándola es una tarea que exige sobre todo un gran trabajo en el guión. Y allí, en la ausencia de escritores solventes está la gran deficiencia de la producción televisiva ecuatoriana, tanto en comedias como en producciones dramáticas.

Publicidad

En el caso de ‘Mis adorables entenados’, la serie fue agotándose y decayendo sin remedio. Se intentó con unos sucedáneos que, contrariando su título (‘Los entenados con billete’ y otros intentos todavía más desafortunados), fueron la demostración de una patética pobreza de ideas y recursos humorísticos.  Poco a poco, los bien logrados personajes originales de la saga se fueron desfigurando hasta resultar irreconocibles. Actualmente, ‘Los entenados con billete’ se ha vuelto a retransmitir por RTS, coincidiendo con la presencia de Oswaldo Segura (el Felipe de esta comedia) en el programa farandulero ‘Vamos con todo’.

El caso de ‘Dejémonos de vainas’ fue distinto. Se intentó con una renovación de libretistas.
Se pasó a una fase de autoparodia televisiva (que después fue retomada y usada como el principal recurso humorístico de programas como ‘Vivos’).

En medio de un periodo de crisis y transformación, las grandes cadenas nacionales de TV comienzan a apostar por la producción propia. Y en ese contexto, las comedias se reproducen rápidamente. Es la época en que llega ‘Ni en vivo ni en directo’.