Bush dijo el mes pasado que “estamos logrando progresos constantes” en Iraq. Sus palabras tuvieron un halo de delirio porque la realidad es que podríamos estar en las primeras etapas de una guerra civil.

A medida que se extiende la confusión sobre cómo ponerle fin a nuestra pesadilla en Iraq, el interrogante central es el que planteó el diario The Times un 7 de agosto: “¿Por cuánto tiempo más se sacrificarán valiosas vidas en la vana empresa de imponerle a la población árabe un elaborado y costoso sistema de gobierno que ellos nunca pidieron?”.

Aunque no fue The New York Times el que publicó esas líneas, sino The Times de Londres, el 7 de agosto de 1920, a medida que una feroz insurgencia amenazaba la ocupación británica de Iraq.

Los británicos también creyeron al inicio que serían los liberadores de Iraq, hasta que se dieron cuenta de que habían subestimado de manera catastrófica el nacionalismo iraquí. Terminaron hundidos en lo que Lawrence de Arabia describió como “una trampa de la cual será difícil escapar con dignidad y honor”. Pero, al final, se las ingeniaron para desenredarse.

En mi última columna, examiné dos opciones para Iraq y encontré que algo les faltaba. El retiro inmediato conlleva el riesgo de abandonar al país a la guerra civil y el caos. A su vez, el enfoque del presidente Bush, de mantenerse allí de manera indefinida, inflama los resentimientos nacionalistas y alimenta a la insurgencia. ¿Entonces, qué deberíamos hacer?

Mi voto es a favor de que fijemos fechas tentativas para el retiro de nuestras tropas. Sugiero que hagamos un anuncio de que nos proponemos retirar la mitad de nuestras tropas hacia finales del 2006, y el resto hasta finales del 2007. Asimismo, prometeríamos que no conservaremos ninguna base militar en Iraq.

Los demócratas han comenzado a alinearse detrás de esta estrategia, aunque con plazos más cortos que los míos. El senador Russell Feignold fue de los primeros en pronunciarse por una salida programada, y los senadores John Kerry y Edward Kennedy ya se sumaron a ese enfoque, al igual que el ex senador Tom Daschle.

¿Funcionaría una política así? No estoy seguro. Podemos invertir decenas de miles de millones de dólares más en Iraq, y cientos de vidas adicionales, pero la destrucción del país continuará. Más aún, tengo que reconocer que la gran desventaja de plazos y fechas programadas es que pueden llevar a los insurgentes a pensar: “Solamente necesitamos resistir un año más, y después Iraq será nuestro por completo”.

Es una inquietud legítima, pero una fecha tentativa sí evitará las trampas de las otras propuestas. Los plazos para una salida de Iraq y la renuncia a mantener bases militares al menos demostrará un poco de sensibilidad hacia el resentimiento por nuestra presencia, al mismo tiempo que le darían al sistema político y al Ejército de Iraq más tiempo para integrarse.

Me reuní el mes pasado con tres periodistas iraquíes que estuvieron de visita en Estados Unidos, todos ellos opuestos la insurgencia y a favor de la constitución. Los tres favorecían un plazo tentativo para el retiro.

“Me gustaría que las tropas estadounidenses salgan de Iraq porque yo no quiero que mi país esté ocupado”, dijo Muna Muhsin Muhammad, de radio Bagdad, la única periodista que se atrevió a ser citada por su nombre.

Uno de sus colegas se quejó de que las tropas estadounidenses roban oro y dinero cuando allanan una casa, abren fuego cuando se ponen nerviosos, y obstruyen las rutas creando inconvenientes increíbles. Antes el recorrido desde Bagdad hasta Mosul tomaba cuatro horas; hoy día se requieren 20 horas.

“Los estadounidenses dijeron que venían para derrocar a Saddam Hussein”, agregó. “Ya lo hicieron y Saddam Hussein ya se fue, pero ellos siguen allí. Así que deben continuar por sus propias razones”. Al parecer aludía al robo de petróleo y la creación de bases militares.

Los insurgentes mantienen su empuje solo porque muchos iraquíes (sobre todo sunnitas) comparten la hostilidad hacia las tropas estadounidenses. Si pudiésemos dejarles en claro que estamos de salida, eso le complicará a los insurgentes la tarea de mostrarse a sí mismos como héroes nacionalistas.

Bush dijo el mes pasado que “estamos logrando progresos constantes” en Iraq. Sus palabras tuvieron un halo de delirio porque la realidad es que podríamos estar en las primeras etapas de una guerra civil.

Todas las opciones relacionadas con Iraq son malas. Pero esta es la menos mala.

The New York Times
News Service