Imágenes de felicidad y de lágrimas acompañaron este sábado en Mónaco la entronización del príncipe Alberto II. Con gran júbilo, el nuevo soberano del principado situado en la Costa Azul asumió oficialmente el cargo. Y con un respetuoso silencio fue recordado su padre, el fallecido príncipe Rainiero III.

Fue uno de los momentos más emocionantes de los actos oficiales que han celebrado la entronización. La guardia palaciega, en la plaza junto al palacio, rindió homenaje por última vez a los estandartes de Rainiero, fallecido el 6 de abril. Alberto pudo sólo con gran esfuerzo contener su emoción. Entre los miles de monegascos presentes, el silencio imperó durante segundos.

Sólo cuando las fanfarrias comenzaron a sonar y Alberto recibió sus estandartes, su cara se relajó. De esta forma, el príncipe, de 47 años, tomó posesión del último signo del poder de su padre. A partir de ahora, la que ondea sobre el palacio junto al mar Mediterráneo es la bandera de Alberto II. El paño de seda tiene bordado con oro en uno de sus lados una doble A, que significa "Altesse Albert" (Alteza Alberto), y una corona. En el otro lado está el escudo tradicional de la familia Grimaldi.

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Para las hermanas de Alberto, la ceremonia no fue menos emocionante. Durante el desfile militar de apenas media hora, Estefanía, Carolina, su marido Ernesto de Hannover, y los hijos mayores de Carolina -Andrea, Pierre y Carlota Casiraghi- estuvieron en una ventana del palacio. Los otros sobrinos de Alberto no estuvieron presentes. Cuando sonó el himno nacional monegasco, toda la familia cantó.

Al final del desfile de la guardia de palacio, con sus uniformes blanco, rojo y azul, así como de guardias de Francia e Italia, Alberto se mostró también en la ventana. La tensión había desaparecido ya de su rostro. Sonrió feliz y saludó a sus súbditos, que gritaron "vive le prince" y "hurra".

Aunque los monegascos ya habían celebrado la llegada al trono de Alberto el 12 de julio con un baile en el puerto, miles de ciudadanos acudieron hoy también a la celebración oficial. "En julio celebramos entre nosotros. Esta vez él es el nuevo príncipe para todo el mundo", dijo una mujer, elegantemente vestida para la ocasión.

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Representantes de la política y de la realeza europea estuvieron por la mañana entre los invitados a la misa en la catedral de Mónaco. Alberto estuvo a punto de llorar cuando el arzobispo Bernard Barsi le bendijo. La catedral es también un lugar de luto para los Grimaldi. Allí están enterrados, entre otros, los padres de Alberto, Rainiero y la princesa Grace.

La entronización también tuvo acentos de modernidad. Alberto apareció en un uniforme militar diseñado por él mismo para la ocasión, muy bordado y con amplias rayas rojas en los lados del pantalón azul. La princesa Estefanía vistió un traje de colorido verdoso con flecos y Carolina eligió un traje de corte clásico en azul oscuro.

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La que más miradas captó entre los invitados fue la princesa Victoria de Suecia. La heredera del trono sueco, de 28 años, elegió un traje gabardina rojo chillón de corte más informal con un sombrero de paja a juego.

Para la glamurosa gala de la noche se pedían vestidos de gala. Pero antes de que el nuevo príncipe pudiese cumplir esa exigencia del protocolo, tenía previsto mezclarse con el pueblo para ver un partido de fútbol de su equipo favorito, el AS Monaco.