Todo el teatro montado por el Ejecutivo en torno a la consulta popular hubiese sido innecesario, si luego de asumir sus funciones presidenciales el 20 de abril pasado, respondiendo con valor y dignidad al mandato del pueblo soberano, lo hubiese consultado directamente (según lo faculta la Constitución actual) y de forma inmediata sobre el cese o no del Congreso Nacional y su reemplazo por una Asamblea Constituyente.

Pero, lejos de actuar a la altura de las cruciales circunstancias que atravesaba la nación y responder con patriotismo y desprendimiento, optó por emborracharse con la vanagloria del poder, empezando por agradecer  en la misma Ciespal, a los líderes de la partidocracia que lo catapultaron a la presidencia sin otro interés que el de deshacerse de Gutiérrez, quien se había rebelado contra sus antiguos socios, constituyéndose en una amenaza incontrolable para la partidocracia dominante y su socia la oligarquía.

Ya en ese escenario, el nuevo rehén de Carondelet se dedicó al juego del yoyó, aflojando y reteniendo, prometiendo y desdiciéndose sobre una Asamblea Constituyente que  nunca se efectuará durante su mandato, pues su plan consiste en hacerle creer a los forajidos utilizados por la partidocracia el 20 de abril y a los ecuatorianos en general, que el suyo es un Gobierno libre de ataduras políticas, cuando sus hechos demuestran el  pacto con el mismo oscuro poder que lo llevó a la primera magistratura.

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Las primeras sombras del desánimo y el cansancio caen sobre los verdaderos patriotas de esta lucha por la Constituyente, quienes han sido calumniados, insultados e incluso amenazados por quienes el 20 de abril, ante el rechazo general del pueblo, dijeron estar dispuestos a irse a sus casas.

Qué gran oportunidad perdimos los ecuatorianos de jubilar a quienes han destrozado la institucionalidad del Estado y nos han avergonzado internacionalmente, sobre todo cuando esa oportunidad nos fue robada por el mismo que prometió refundar al país.

En las tinieblas de la noche de la traición y las componendas, los ciudadanos seguiremos siendo las víctimas del lobo feroz de la partidocracia que devora sin piedad ni vergüenza a sus propios conciudadanos. Esperamos con impaciencia el amanecer de un nuevo Ecuador.

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William Sánchez Aveiga
Guayaquil