Se manifiesta diariamente y se muestra como una moderna Medusa, con sus cabellos convertidos en serpientes. Sus ojos emiten miradas “verdes” para convertir en piedra al juez, a la justicia y a todo lo que alcanzan. La impunidad rampante estimula al corrupto a violentar procedimientos, tomar por asalto objetivos y, pese a no tener más cabida en el saco, a vista y paciencia de los habitantes se suma a la danza de los millones.

Digo habitantes (igual podría decir pobladores), porque en nuestra ciudad casi no existen ciudadanos responsables con su entorno y hacia sus congéneres. Y esto porque solo son eso: habitantes, no ciudadanos. No se ha cultivado el hábito y la práctica de ser ciudadano, por lo tanto, no existe ciudadanía. Es verdad que crear una cultura en tal sentido no es tarea fácil, sobre todo con la defección y corrupción reinantes en la educación, pero nadie lo intenta siquiera.

Sin embargo, hay hechos que consuelan. La creación de la Red Cívica Anticorrupción del Guayas, es una esperanza para los pocos que quedan. Al punto que, hace pocos días, alguien aventuró un diagnóstico diciendo: “es la más prometedora acción y presencia de la que he podido atestiguar en los últimos tiempos”.

Pero la Red debe actuar pronto, y sin dilaciones contra aquellos que usufructúan del variado botín que ofrecen tanto el erario público como las empresas estatales.
Ahora es muy fácil identificarlos y dar con ellos: entran por la ventana y con avidez manifiesta, no ocultan ni disimulan su carencia de escrúpulos, rápidos y confiados, por asalto se toman los cargos y son noticia frecuente.

Por eso insisto en la participación y autorregulación ciudadana como parte de una sociedad civil organizada como el mejor mecanismo para el control de las instituciones. Pues, la relación sociedad civil-Estado ya no es una dicotomía sino elementos complementarios. Por tanto, la estructura provincial de la Red debe promoverla para diferenciarse del llanero solitario que es la nacional.

Mientras más grande es el filón, el silencio cómplice más cercano al poder está. La corrupción no solo no está toda en Guayaquil, sino donde más animado y sonado es el baile de influencias y vínculos con el dinero del Estado. Al ser en número menor y menos influyentes, es más fácil establecer entre nosotros una acción autorreguladora de vigilancia y control, respeto y ejecución de las normas legales, que reconozca los derechos y obligaciones fundamentales considerados en los artículos 23 y 97 de la Constitución Política del Ecuador.

Esta activa participación democrática en la denuncia y represión del delito, históricamente impune, es uno de los retos más urgentes de cumplir que tiene la sociedad civil del Guayas, para lo cual debe ser convencida y conducida para asumirlo, precisamente, como una creación de autodefensa.

El ciudadano debe saber que ante todo es un sujeto responsable que ayuda a construir el país, desde su ámbito limitado o amplio de acción. Para eso se requiere estar dispuesto a anteponer el bien común a sus aspiraciones individuales. Por eso la convocatoria y estímulo a la participación de la sociedad en una campaña cívica, debe ser pública para ir hacia el ejercicio de una ciudadanía responsable.