Una sociedad que permite que un chulquero actúe libremente, sin que ninguna autoridad ni ciudadano lo censure o cuestione por sus actos ilícitos.

Una sociedad que privilegia la renta y no el trabajo productivo; que prefiere el interés fijo, la ganancia segura, no importa de dónde vengan, a la inversión que genera empleo y paga impuestos.

Una sociedad que permite que ese mismo chulquero actúe como notario, es decir, como el funcionario que en nombre del Estado dará fe de la verdad de los actos ciudadanos.

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Unos organismos de control muy ágiles cuando se trata de perseguir a sus enemigos políticos, pero que no actúan cuando se debe impedir un delito flagrante.

Unas instituciones armadas que no pueden impedir brotes gravísimos de corrupción, expresados en este caso en esas lamentables imágenes de gente con uniforme de soldado o policía ecuatorianos huyendo con los bolsillos llenos de dinero.

Y un Estado que, ante todo esto, permanece con los brazos cruzados, sin intervenir ni resolver nada, esperando que la multitud se calme, para luego volver a la terrible “normalidad”.