El domingo se estrenó ‘Las Zuquillo’ por Ecuavisa. Escrita por el talentoso dramaturgo Luis Miguel Campos (La Marujita se ha muerto con leucemia, entre otras), la nueva serie de Ecuavisa fue una bocanada de aire fresco y la demostración de que sí es posible hacer un humor televisivo donde los recursos no sean la procacidad y la grosería.

No hubo nada extraordinario en la serie. Más bien los chistes fueron bastante sencillos: “amor con emigrante es como sándwich de pernil, pero sin pernil”. La diferencia estriba en que en esta ocasión existió un sólido guión y los personajes (aunque exagerados) estuvieron bien caracterizados.

En este punto de los personajes hay que detenerse un poco. Las cuatro vendedoras de mercado de la serie no dejan de ser estereotipos, pero la diferencia está en que son estereotipos con una cierta complejidad y que plantean algún nivel de conflicto con su propio personaje. En una palabra, son más humanos.

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Tampoco todo es perfecto en ‘Las Zuquillo’. La exageración en las formas de hablar (arrastrada) cansan un poco. Además, al no existir un contrapunto con un personaje costeño que introduzca un modo de hablar distinto, puede resultar en una serie casi esquemática.

Vote por la Revolución
Recursivo en las imágenes estuvo Carlos Andrés Vera para presentar a Eloy Alfaro. Recreación de un sueño infantil del líder liberal, interesante estilo de edición, locaciones múltiples en varias ciudades.

Pero qué se planteó en el fondo. En primer lugar, Carlos Vera dio un veredicto: es el mejor de los ecuatorianos largamente. Para convencernos se contrapusieron imágenes de las grescas congresuales de estos años. Una comparación que no fue argumentativa sino que fundamentalmente apelaba a la emoción.

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Pero lo más llamativo del documental de Carlos Andrés Vera (conducido por su padre) es que fue prácticamente una proclama: ante la revolución traicionada e inacabada, la opción es volver a empuñar el machete, dicho así con esas palabras.
Al plantearse así las cosas, sutilmente se cambian los términos del reality cívico de Ecuavisa: ya no se trata de calificar los valores, legado y obras de quienes compiten para ser “El Mejor Ecuatoriano”, sino de votar por una transformación revolucionaria que bien puede competir con esa otra promesa de asamblea constituyente.

En efecto, al optar por Alfaro, bien se puede interpretar que la gente está votando por quien es el símbolo mismo de una revolución transformadora en el Ecuador. Y en este momento, el cambio es la promesa que más encandila.