Un agente de la Policía Nacional intenta huir de la muchedumbre llevando debajo de su chaleco antibalas aproximadamente veinticinco mil dólares, y unos herederos del que fuera notario del cantón Machala huyen del país por no tener cómo responder al negocio del causante. Vergüenza nacional. Ambos representan a dos poderes del Estado, el primero, el difunto, a la Función Judicial, ya que la Corte Superior lo nombró como notario; y, el segundo, representando a la Policía, directamente subordinada al Presidente de la República.

Según la prensa nacional, la Ministra de Educación aseguró que existen aproximadamente seis mil profesores que cobran su sueldo sin trabajar, los desfalcos en las empresas millonarias estatales se hacen públicos sin que nadie diga ni chuz ni muz. Ya casi hemos perdido la capacidad de asombrarnos.

¿Qué origina estos ilícitos? El deseo ilimitado de hacer dinero fácil. ¿Alguna novedad? No. Vergüenza para la humanidad. Pues los negocios que más producen dinero son el narcotráfico, la venta ilegal de armas y la pornografía infantil. Tampoco hacemos nada.

¿Cuánto daño nos han hecho los políticos corruptos o los que de alguna manera ejercen poder? ¿De qué fue testigo ese agente de Policía que lo llevó a pensar que podía llevarse dinero ajeno? ¿Qué vio de sus superiores alguna vez? ¿Acaso el difunto notario al ver que los bancos quebraron y sus responsables quedaron impunes no le importó quebrar la ley e intentó hacerse rico ejerciendo una actividad sin autorización? ¿Y los maestros? ¿Qué ejemplo han visto de los ministros de Estado que les importa un rábano cobrar y no trabajar?

Hoy en día, qué están viendo nuestros jóvenes que son capaces de responder como salida a la pobreza y a la corrupción frases como estas: Estudiantes de universidades de nivel económico superior aseguran que la mejor manera de deshacernos de la pobreza es esterilizando a mujeres pobres; y estudiantes de universidades de no tan altos recursos, aseveran que la pena de muerte debe de ser instaurada para los funcionarios públicos que roben.

A esas peligrosas conclusiones han llegado quienes nos gobernarán mañana. ¿Y sabe usted lo que dicen algunos supervisores de la Dirección de Educación?: Para qué tomarse el esfuerzo de castigar a los maestros violadores, si los políticos los restaurarán en sus cargos; y ellos, por iniciarles el sumario, seguramente perderán el puesto.

Y ciertos fiscales y ciertos jueces, ¿qué dicen? Solo se sonríen como diciendo: ilusos los que trabajan en campañas de anticorrupción porque más de una vez se han perdido recursos y luego las garras de la política han ensuciado la mayoría de las sentencias. En otras palabras, “si el de mayor jerarquía hace lo que le da la gana, ¿por qué no yo?”.

Todas y todos queremos vivir bien y con dignidad, confiar en los jueces, contar con fiscales y maestros, acceder a créditos sin que nos quiebren los disimulados intereses sobre intereses. Tan simple y tan justo. ¿En qué momento nos dañaron el alma? ¿En qué momento nos hicieron creer que la vigencia de esos derechos es simplemente imposible?