Es ridículo el tiempo que le gastamos como país a la discusión de la consulta popular reformatoria de la Constitución, y luego a la Consulta popular de la Asamblea. Constitucional o Constituyente. No importa. El punto es la inmadurez política de nuestros gobernantes, Ejecutivo y Legislativo. Cualquier idea que llega a cruzárseles por la mente, la sueltan no solamente antes de haberla negociado y dado forma, sino sin haberla siquiera analizado. Es así que el país pasa sus días discutiendo ideas en borrador y no proyectos. Y algunas muy malas, por cierto. Esto genera desgaste, pérdida de credibilidad y de tiempo; por ende, de recursos.

Ideas que probablemente pudieran haber sido interesantes para exponerlas sobre una mesa de trabajo, en el típico proceso de brainstorming o tormenta de ideas. Mas, la inmadurez de nuestros políticos hace que hagan esta tormenta de ideas con el pueblo, usando la prensa como mesa de trabajo. Y por supuesto, como son ideas tan crudas, poco soportan el escrutinio y la crítica. Parecería que nuestros políticos tienen pánico de quedarse callados. De no emitir opinión o no aparecer en cámaras por períodos muy largos, tiempo que deberían privilegiar al análisis y construcción de proyectos. Muchos ex mandatarios se quejan de la prensa, al igual que los congresistas, sin darse cuenta que el alimento del que se nutren los periodistas lo proporcionan ellos.

Así, nos pasamos el tiempo atacando ideas mal concebidas y paridas antes de su hora, lo que deja poco tiempo para discutir y analizar los males reales que nos aquejan, creyendo que la calentura está en las sábanas. Ningún político deja de hablar sobre inversión extranjera, pero desde hace una década no se discute reformar el Código de Trabajo, que hoy beneficia solo al empleado, perjudicando al desempleado. No se habla de eliminar o reducir el 15% de reparto de utilidades a los trabajares, que es solo una ficción. No se debate de la forma de controlar el poder de ciertos sindicatos pese a que comenzamos a ver ya transnacionales sindicales invadiendo el país.

Dejamos hace ya mucho de discutir de la venta de las empresas telefónicas y eléctricas. Como decía Ayn Ryan, la diferencia en estos tiempos es que antes se tenía miedo de revelar un secreto que nadie conocía; ahora, de que se revele un secreto que todo el mundo conoce, pero nadie se atreve a decir. Pocos en el país ignoran los grupos que usufructúan de estos sectores, y lo más probable, con nombre, apellido y dirección.

Ni un solo político plantea una solución coherente para la lacra que es Petroecuador, el mayor de los problemas de las empresas públicas del país. Su venta, y la desregularización de la industria serían una bendición para el país.

Es por eso el pesimismo general. Así haya consulta, asamblea, incluso elecciones. El futuro es oscuro mientras se siga buscando la calentura en las sábanas, mientras en la agenda de país no estén los temas realmente importantes. Seguiremos soñando con el milagro chino o chileno, estando más cerca a la tragedia haitiana.