Queridísimo Ratón: tienes toda la razón cuando subrayas que el trabajo, a ti y a muchos hombres y mujeres de este tiempo, nos permite unirnos con el Todopoderoso. Pero no la tienes cuando afirmas que la Eucaristía, siendo un trasunto del Cielo, parece no tener que ver con el trabajo humano.

Mira Ñaño, precisamente cuando se prepara la materia de la Eucaristía, cuando se ofrece a Dios el pan que se convertirá en su Cuerpo, y el vino que se convertirá en su Sangre, en ese importante momento, se explica que el trabajo y la Sagrada Eucaristía no se pueden separar. Más aún: se subraya por dos veces que si bien la Eucaristía la hace Dios, solamente quiere hacerla con el apoyo de nuestro trabajo.

Lo dice muy clarito el sacerdote cuando ofrece el pan: “Bendito seas Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre”. Y también cuando presenta el vino “fruto de la vid y del trabajo del hombre”.

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Ese pan y ese vino de la ofrenda, además de lo que son para la nutrición, simbolizan nuestro esfuerzo por perfeccionar la tierra y dominarla, para hacerla servidora de la humanidad. Cuanto abarca la confrontación con el eterno antitodo –es decir, con el pecado y con su patrocinador– se incluye en ese pan y en ese vino. Se incluye por lo tanto el fruto del trabajo humano.

No, mi querido Ratón. La Eucaristía no solo no separa del trabajo, sino que lo empuja hacia la calidad y la excelencia. ¿No recuerdas que el Señor, varias veces en la Biblia, advirtió que lo ofrecido no podía ser defectuoso?

No solo reclamaba lo mejor para sus sacrificios.
Reclamaba lo mejor en quien sacrificaba: en la pureza de su cuerpo y de su alma, y hasta en la ropa con que se cubría. Reclamaba lo mejor –¡pásmate, querido hermano!– incluso en los vestidos que hoy se llaman prendas íntimas.

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Ahora bien, querido ratoncito, lo que exige la Sagrada Eucaristía no se queda en la excelencia horizontal. Siendo la calidad “humana” del trabajo (su perfección y su capacidad de competir en las arenas del mercado) lo primero que el Señor reclama, cuando se trata de la Eucaristía, Jesús exige mucho más: ordena que el trabajo, para servir como materia suya, se ordene a conseguir el Cielo.

Como nos cuenta el Evangelio de San Juan, cuando Jesús, después de haber multiplicado el alimento corporal, trató de preparar los corazones con vistas a que recibieran el regalo de la Eucaristía, advirtió muy claramente: “No trabajen por el alimento que perece sino por el que perdura hasta la vida eterna, el que les dará el Hijo del Hombre”. De modo mi querido hermano que la Eucaristía, si se la vive como Dios nos manda, nos lleva a trabajar con calidad humana y a la vez divina. Nada más por esta vez. Reza por tu hermano cura. Un fuerte abrazo.