El semblante de George W. Bush cuando habla de Latinoamérica ha cambiado. En enero del 2001, en su primer discurso como presidente de  Estados Unidos, dijo lleno de carisma, con bromas y autosuficiencia, que su prioridad sería servir a la nación, “empezando por sus vecinos”, y que se avecinaba el “siglo de las Américas”.

 Casi cinco años después, la región, que agrupa a más de 500 millones de habitantes, le preocupa, sobre todo por sus continuas confrontaciones con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y porque el liderazgo de este mandatario, de tendencia socialista y amigo personal del líder cubano, Fidel Castro (tradicional opositor de los gobiernos estadounidenses), reúne cada vez más aliados con su discurso antiimperialista y en pro de la integración de un bloque comercial en América del Sur.

Esta situación le provoca (a Bush) frustración, dijo Michael Shifter, vicepresidente del centro de análisis independiente Diálogo Interamericano con sede en Washington. Como ejemplo reciente, en la Cumbre de las Américas, en  Argentina, los días 4 y 5 de noviembre, la prensa mostró fotografías de un Bush serio e incómodo durante los debates entre 34 países del continente para la creación del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas).

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Esta cita dejó un saldo negativo para Bush al no lograr que se incluya en la declaración final una moción para retomar los diálogos por el ALCA. La declaración definitiva mostró la división del hemisferio: 29 naciones desean seguir las negociaciones y cinco no.

Con el ceño fruncido y las manos en el mentón, recostado en su asiento y cambiando a cada momento de posición, Bush parecía inquieto en el hotel Hermitage, sede de la Cumbre, mientras en las calles los manifestantes lo criticaban por los desaciertos de su política exterior como la guerra contra Iraq, la indiferencia hacia Latinoamérica, y su resistencia  a eliminar los subsidios agrícolas, como piden los países de la región antes de negociar  algún acuerdo comercial.

“Estados Unidos solo ha tomado interés en Latinoamérica para tener apoyo en su lucha contra el terrorismo”, dice el ex ministro de Gobierno de Ecuador, Mauricio Gándara.
Internacionalistas refieren que la desatención de Estados Unidos a su “patio trasero” (término con el que EE.UU. marcaba el dominio sobre América Latina) ha afianzado el liderazgo de Chávez y provocado el descontento de mandatarios como el  de Argentina, Néstor Kirchner, quien durante la cumbre de Mar del Plata le atribuyó a EE.UU. la responsabilidad de las políticas económicas del Fondo Monetario Internacional que llevaron a América Latina a la miseria, la inestabilidad social y a la caída de gobiernos.

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“Es fundamental hablar con respeto y en voz alta”, indicó Kirchner antes de defender los acuerdos comerciales que establezcan beneficios mutuos a los países. Las confrontaciones entre Bush y Chávez también han repercutido entre sus alineados, como es el caso de Kirchner, cercano a Chávez, y el presidente de México, Vicente Fox, alineado de Bush.  Las cercanías con uno u otro líder se respaldan en gran medida por las relaciones comerciales y geoestratégicas de los países, por ejemplo, México, cuyo principal destino de exportaciones (88%) es Estados Unidos.  

La agenda de Bush ha sido monotemática (luchar contra el terrorismo) desde los atentados del 11 de septiembre del 2001, en que su fama de hombre duro y decidido se afianzó con la frase: “Vamos a atrapar a los tipos que hicieron esto”, que además   le dio en su país un índice de  popularidad del 80%.

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En la actualidad, su imagen alcanza el 26% de aceptación en América Latina, señala un estudio del CIMA (Consorcio Iberoamericano  de Investigaciones de Mercados y Asesoramiento). Adam Isacson, director de Programas del Centro para las Políticas Internacionales (CIP, por sus siglas en inglés), de Washington, cree que “cada vez que Donald Rumsfeld (jefe del Pentágono) expresa  que Chávez es un problema para la región, Chávez se fortalece”.

De ahí que, según  funcionarios de la Casa Blanca, Bush evita responder a Chávez. Cuando lo hace, no menciona su nombre. “(Hay quien) quiere eliminar los progresos democráticos..,, alimentando el miedo, enfrentando a vecino contra vecino y culpando a otros de sus propios fracasos”, dijo Bush en alusión a Chávez, el pasado domingo en Brasil, país cercano a Chávez, lo que obligó al Mandatario estadounidense a ser cauto en sus declaraciones.

“No es oportuno discutir el ALCA en momentos en que está próxima una gran reunión de la Organización Mundial del Comercio”, dijo el Presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, amigo de Chávez, al oponerse frontalmente al ALCA defendida por Bush.

Para revertir la oposición de los países del Mercosur (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) y Venezuela, Bush intenta negociar convenios comerciales bloque por bloque, o país por país como lo hizo  con Chile y con cinco de Centroamérica y República Dominicana, con quienes firmó el pasado 28 de mayo un tratado de libre comercio.

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Además, Bush  anunció el domingo pasado en Brasil,  que hará reformas al Banco Interamericano de Desarrollo para que atienda mejor a la pobreza del continente, en el que tiene como aliados comerciales  a Canadá, México, Colombia, Chile y América Central.

Pero no será fácil. El profesor de Derecho Internacional de la Universidad Católica de Guayaquil, Carlos Estarellas, opinó que los problemas socioeconómicos comunes de América Latina la han fortalecido para enfrentar unida las negociaciones hacia una apertura comercial, mientras que el internacionalista Hernán Pérez cree que “estamos volviendo a una fractura regional” solo comparable con la guerra fría.

Hay dos visiones rivales sobre el futuro de América Latina: una de esperanza, de integración en la comunidad mundial y otra que quiere eliminar los progresos democráticos.

George W. Bush,
presidente de EE.UU.