Esta ha sido una semana difícil en las relaciones diplomáticas de Latinoamérica pues, adicionalmente de la tensa situación existente entre Perú y Chile debido a esa absurda decisión del Congreso peruano que tarde o temprano terminará también ocasionándonos un incidente, ha quedado marcada la secuela de la reunión de Mar del Plata, en la cual paradójicamente la estrella contestataria fue Diego Armando Maradona.

Ojo, que el discurso manejado por algunos presidentes latinoamericanos parece revivir décadas pasadas de calentura política; comenzó primero el presidente Fox quejándose de la actitud del mandatario argentino, quien en la práctica hizo muy poco para evitar el deslucimiento de la cumbre presidencial, circunstancia ante lo cual Kirchner replicó que mejor Fox se preocupe de las cosas de México y no de las de su país; acto seguido, el infaltable mandatario venezolano llama a Fox cachorro del imperio, agregando que se arrodilla ante el imperio estadounidense, ante lo cual Fox naturalmente ha pedido explicaciones, toda vez que la incontinencia verbal de Chávez no puede convertirse en excusa para decir lo que le venga en gana a nivel de relaciones presidenciales.

En ese contexto, resulta fácil comprobar la falta de modelos políticos a seguir, pues la minada credibilidad del presidente Bush, el fracaso de su política exterior y la mediocridad de la mayoría de sus actos ha inducido a muchos latinoamericanos a revivir nostalgia en propuestas populistas como la de Chávez, quien suma su habilidad política para lanzar permanentes odas al gobernante de la isla. Chávez, se dice, es un populista de izquierda, interpretación también sugestiva, pues el populista se puede llamar revolucionario pero es básica y privilegiadamente populista, si no preguntemos respecto de la venta del “Chavecito”, el muñeco que habla y viste como el presidente venezolano y que se dice será la próxima sensación en las navidades de los barrios pobres de Caracas.

Señalo otra vez el nombre de Diego Armando Maradona,  ídolo máximo argentino, abrazado ahora a la causa política de la revolución o de lo que se parezca a ella; en todo caso, Diego Armando, aun en sus contradicciones, parece ser bastante auténtico, razón por la cual me pregunto cómo así no se habrá enterado de que el presidente Lagos, chileno –socialista–, hombre de izquierda, ha logrado al término de su mandato que la pobreza se reduzca a niveles del 20%, mientras que  su admirado Chávez ha permitido que sin perjuicio de la bonanza petrolera, la pobreza suba a niveles superiores al 50%. En esta época de modelos a seguir, me pregunto por qué Lagos, un  estadista serio y consistente, que no tiene problemas de firmar acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y con China no es respaldado abiertamente por Diego Armando. Será que Lagos es lo menos parecido a un populista, será que no ha salido el muñeco “Laguitos” como el “Chavecito” o será simplemente que a Diego Armando –que no es chileno– le  da lo mismo meter un gol con la mano o hacer minutos después, el mejor tanto de un mundial. Quizás allí radique el encanto de toda esta confusión.