Se escribe literatura   para no hablar  por hablar, para poner en evidencia a los que hablan por hablar.   Se escribe  porque todos somos personajes de ficción.  O porque la escritura es un medio de sobrevivencia, identidad, memoria y resistencia. 

Cada escritor tiene una o muchas razones para escribir y el pasado miércoles, en el Mercado Sur, las expusieron los autores  ecuatorianos Gilda Holst y  Fernando Balseca y los puertorriqueños  Marta Aponte Alsina y Luis Rafael Sánchez,  en el Segundo Encuentro  de Literatura que organizó la Universidad Católica bajo el título de  ‘¿Por qué se escribe?: Subjetividad, voz y territorios ajenos’. 

Escribimos porque la vida es una cosa fenomenal o por la importancia de llamarse Fernando Balseca, dijo Balseca. Sus palabras fueron  una especie de homenaje a Sánchez y a sus novelas La guaracha del macho Camacho y La importancia de llamarse Daniel Santos.

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Holst hurgó en su memoria. Recordó que en su infancia escribió dos relatos, uno de ellos al estilo Robinson Crusoe,  y nunca más lo hizo  hasta los 30 años, a partir de cuya etapa comenzó una trayectoria como narradora.

Habló de los miedos del escritor y finalizó con la frase de que no sabe si seguirá escribiendo, pero de lo que está  segura, dijo, es  de que seguirá leyendo. Aponte, quien leyó un texto en el que hablaba de su país y de la cultura caribeña, manifestó, entre otras cosas, que se escribe  porque todos somos personajes de ficción y herederos de unas tramas.

Sánchez refirió no saber por qué se escribe, pero ensayó algunas hipótesis: quizá para poner orden a la vida o tal vez para suscitar el desorden, o para contestarse cosas que uno se pasa preguntando a lo largo de la existencia. Calificó la pregunta como retadora y expresó su convencimiento de que pese a todos los intentos que se hagan, nadie tendrá para ella una respuesta única ni absoluta.